Caluroso homenaje a Gershwin y su herencia
En su tercera jornada, el Festival de Jazz de Vitoria alcanzó ya sus dimensiones habituales. Es decir: jazz prácticamente a todas horas. Por las mañanas una machine band de Nueva Orleans recorría las calles más céntricas de la capital. Por la tarde, un grupo local inauguraba el Jazz del siglo XXI en el teatro Principal. Y por la noche, dos largos conciertos en el polideportivo de Mendizorrotza.El concierto central de la jornada reunió a menos público del esperado. Unas 1.500 personas se acercaron al polideportivo alavés para asistir a la conmemoración del centenario de George Gershwin, que no fue un auténtico músico del jazz pero al que el jazz debe muchísimo. En realidad, el jazz no sería lo mismo sin George Gershwin, y así lo entendieron los responsables del certamen vitoriano dedicándole la velada y haciendo protagonistas a un dúo de tanto calado como las hermanas Labèque. Completaba el programa nada más y nada menos que uno de los saxofonistas de moda, Joe Lovano, pero Mendizorrotza no se llenó. ¿Por qué? Posiblemente porque, aunque se diga lo contrario, una gran parte del público prefiere antes las disgresiones que se escapan de la pureza jazzística que esa misma pureza. Así, con toda seguridad, se llenarán los conciertos de Steve Winwood, Taj Mahal o Marcus Miller, que siguen en la programación del festival. Pero Gershwin y Lovano tuvieron que conformarse con media entrada.
Las hermanas Labèque interpretaron con incendiaria interioridad una larga suite de temas de Porgy and Bess: una maravilla. Bill Dobbins demostró ser un sensible pianista antes de llegar al plato fuerte de la noche: Rapsodie in blue, con los arreglos originales de Ferde Gofré .Las dos Labèque al piano alternándose en la parte solista y la big band de Colonia rememorando la parcela orquestal fueron un auténtico regalo para los oídos. En la primera parte, Joe Lovano, acompañado por el trío de Mulgrew Miller, mostró su cara más amable y menos especulativa. El saxofonista italoamericano desplegó así su bella sonoridad.
Babelia
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