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El Ejército de EE UU aumenta su presencia en América Latina

Durante dos semanas de mayo, fuerzas especiales del Ejército de EEUU se asentaron en una región selvática ecuatoriana en uno de los mayores despliegues militares estadounidenses en América Latina. El propósito era entrenar al Ejército de Ecuador para mejorar su lucha contra el narcotráfico y las guerrillas marxistas colombianas. Este adiestramiento transcurre a menudo esquivando el control civil o las restricciones del Congreso de EEUU.

En los ejercicios de mayo, 143 soldados de élite estadounidenses y sus 646 homólogos ecuatorianos utilizaron barcos, aviones y helicópteros en supuestos ataques contra la narcoguerrilla.Sin embargo, durante la ceremonia de clausura de la operación resonaron por los altavoces marchas militares y gritos que llamaban a las tropas a las armas, pero no contra la guerrilla o los traficantes, sino contra Perú, país con el que Ecuador mantiene disputas fronterizas.

Esta operación es ejemplo de un fenómeno mayor: las fuerzas de élite de EEUU están comprometiéndose sigilosamente de nuevo con las Fuerzas Armadas de América Latina.

A lo largo de 1998, 2.700 soldados y oficiales de tropas especiales fueron desplegados en los 19 países de la América Latina continental y en nueve del Caribe. En un día cualquiera, 250 instructores militares operan en 15 países, según la Comandancia Sur de EEUU, responsable de las actividades del Ejército en el continente.

A la cabeza de los beneficiados de las operaciones de despliegue se encuentra este año Venezuela, con 35; 30 en Bolivia; 24 en Colombia, y 21 en Ecuador. Surinam y Belice ocupan la cola, con uno cada uno. Mientras que alguno de los entrenamientos se conduce bajo el paraguas de los programas comunes antidroga del Pentágono o el Departamento de Estado, casi todos transcurren bajo el auspicio de operaciones especiales, cuyos ejercicios están limitados por ley a entrenar al Ejército estadounidense. No obstante, gran parte de ellas ignoran los límites de la ley.

Estas operaciones están provocando críticas en toda América, donde numerosos observadores dudan si es apropiado adiestrar a los de por sí poderosos ejércitos de la región cuando sus débiles Gobiernos democráticos avanzan penosamente para consolidar el poder civil. "Tratamos temas modernos, como el papel apropiado de los militares, la lucha contra la droga o salvaguardar la paz", dijo el general Robert Wagner, jefe de la Comandancia Sur de Operaciones Especiales. Pero, como indicaba la llamada a las armas contra Perú de los ecuatorianos, la agenda de los militares de la región no coincide siempre con la de EEUU. Las operaciones de instrucción militar han comprometido al Ejército de Estados Unidos con militares acusados de corrupción o violaciones de los derechos humanos, como los de Surinam o Guatemala.

En este sentido, el año pasado, el Congreso de EEUU aprobó medidas destinadas a evitar que se entrene a alumnos sospechosos de violar los derechos humanos, y a restringir los entrenamientos a áreas donde existe la certeza de que guerrillas operan mano a mano con traficantes de drogas.

Pero en las operaciones en Colombia, exentas legalmente de ambas restricciones, selectas unidades del Ejército han sido adiestradas en técnicas de asalto, contraterrorismo y espionaje, sin que jamás se le preguntase al Ejército colombiano el nombre de los alumnos que se entrenaba.

Este adiestramiento se llevó a cabo también en 1996 y 1997, cuando el presidente Bill Clinton había excluido a Colombia de cualquier ayuda o asistencia militar, tras darle un suspenso en la evaluación sobre drogas.

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