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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un vídeo macabro

LA IGLESIA católica está en su derecho de condenar el aborto y de conminar a sus fieles a no practicarlo. Los profesores de Religión pueden explicar igualmente a los alumnos que acuden voluntariamente a sus clases la doctrina católica al respecto. Así lo han hecho los sacerdotes durante decenios, en los colegios y en los púlpitos. También durante los tiempos en que sólo se podían defender legalmente sus tesis y todas las demás eran perseguidas por el Estado.Pero hoy día la posibilidad de interrumpir el embarazo voluntariamente ya no se castiga según el criterio unívoco impuesto por una religión. Es un derecho regulado por la ley, del que hacen uso miles de españolas. La calificación de asesinos para las mujeres que se ven en la siempre difícil situación de hacer uso de este derecho y para los médicos que lo garantizan está fuera de lugar.

Un vídeo acientífico, tremendista, sangriento y extremadamente escabroso sobre el aborto ha sido expuesto a escolares de 14 años en un centro público de Mocejón, Toledo, durante la clase de religión. Los alumnos han tenido que soportar la visión de un cubo lleno de fetos y las imágenes de un aborto real en las que no se ahorra ningún detalle. Según la denuncia de los padres -a quienes el sacerdote que imparte religión negó en un primer momento la cinta con las imágenes-, el vídeo se alquila en el arzobispado de Toledo, cuyo secretariado ha reconocido haberlo prestado, "por la voluntad", a otros colegios.

La inspección del Ministerio de Educación no puede permanecer pasiva ante estos hechos. Una cosa es la defensa legítima de las convicciones religiosas en un Estado democrático y aconfesional y otra muy distinta difundir entre los escolares la idea de que son unos sanguinarios criminales quienes no participan de la misma fe. Los colegios públicos no son un lugar para educar a niños en la criminalización de otras opciones tan respetables y dignas como las que, muy legítimamente, la Iglesia católica puede difundir desde todos los púlpitos que a su disposición tiene.

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