_
_
_
_
FERIA DE SAN FERMÍN

Al grito de ¡Pepín!

Pepín Liria estuvo a punto de armar un alboroto de proporciones inconmensurables. Y si no armó un alboroto de proporciones inconmensurables Pepín Liria fue porque se puso a pinchar y pinchar. No puede uno comportarse como torero recio provocando que toda una plaza le aclame "Pepín" para acabar oyendo las voces mucho menos lisonjeras de "Pinchauvas" . Los que se comportan así merecerían un capón.

Al grito de "¡Pepín, Pepín!" se desarrolló toda la faena que le hizo Pepín Liria al sexto toro. Faena de valentía. Faena dramática en la que el diestro iba a por todas, a ganarse un triunfo legítimo. La empezó en la boca de riego que llaman con relativa propiedad platillo, instrumentando unos pases por alto juntas las zapatillas y la continuó por derechazos y por naturales, acaso no tocados exactamente con la varita del arte pero si ceñidos, hondos, algunos de acabada ejecución.

Jandilla / Litri, Ponce, Liria

guggenheim.orgbrandon.guggenheim.org/title/JP1.html

Toros de Jandila (6°, sobrero, en sustitución de uno que se lesionó una pata), bien presentados excepto 2° -anovillado-, cornalones aunque sospechosos de pitón, varios mansos, en general nobles

Enrique Ponce: dos pinchazos -aviso-, media atravesada contraria y estocada (silencio); dos pinchazos, bajonazo, rueda de peones -aviso con tres minutos de retraso y descabello (aplausos y saludos). Pepín Liria: estocada corta caída y rueda insistente de peones (aplausos y saludos); cinco pinchazos, estocada caída y rueda de peones (ovación) Plaza de Pamplona, 7 de julio. 3ª corrida de feria: Lleno.

Más información
El reino de la sorpresa

Y si el toro se revolvía y achuchaba con peligro, reaccionaba recrecido, instrumentando una suerte aún más valerosa o aliviando la bronca embestida al aire de los molinetes. Incluso se tiraba de rodillas el arrojado matador, y así acabó la faena, convirtiendo el grito de "¡Pepín, Pepín" en un delirio. Después cuadró, montó la espada, se puso a pincha... En fin: lo del capón.

No se crea que el alarde de valor lo redujo Pepín Liria a esta faena. La que le cuajó al tercer toro, que punteaba, tuvo momentos sencillamente impresionantes. Apenas doblarse ya se había echado la muleta a la izquierda y en uno de los naturales el toro tiró un gañafón que le alcanzó la taleguilla.

Tela y alamares quedaron desgarrados mas el torero continuó toreando al natural impávido, de tal manera que el percance ni siquiera trascendió al tendido. Por la derecha también tiraba viajes sin previo aviso el toro y tras eludirlos, Pepín Liria volvía a cruzarse ante las astas sin merma de coraje ni teatralidad alguna.

Toreros recios son los que necesita la fiesta pues de pegapases ya anda saturada. Entre los pegapases los hay toscos y los hay finos. Un pegapases tosco es, por ejemplo, Litri en sus horas altas, mientras en las bajas -que vivió ayer- parece un torerillo malo de gaches y plazas de talanqueras. Desconfiado hasta durante las tareas de brega, desbordado por los toros en todos los frentes, desastroso al trastear y varias veces desarmado, en una de ellas hubo de poner pies en polvorosa con el toro persiguiéndolo ruedo a través.

Un pegapases fino es, en cambio, Enrique Ponce.

Enrique Ponce toreó en Pamplona con su reconocida -y opíparamente recompensada- habilidad para producir pases con la profusión seriada propia de una factoría, y si sustituía la ligazón por un frenético zapatilleo para quitarse de en medio, o la superficialidad de las suertes suscitaba escasas satisfacciones estéticas, se le agradecía la buena voluntad.

La concepción utilitaria de la tauromaquia, el toreo de usar y tirar, ni prenden ni conmueven. El "¡Pepín!", que aclamaban los mozos de las peñas, recuerda aquel coro emocionado de "El Viti es cojonudo, como El Viti no hay ninguno", que acompañó triunfos sensacionales del maestro salmantino en los sanfermines, y no se han olvidado pese a que hace de aquello lo menos 20 años. Incluso los de Morenito de Maracay, por la misma época, cuando quebraba banderillas en el centro del redondel, y los mozos pamploneses manifestaban su entusiasmo cantándole "Ay mamá Inés, ay mamá Inés, todos los negros tomamos café". Eran otros toreros, otra afición, otros tiempos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_