Rectificación a un bajonazo
El Tato tuvo una buena tarde. Bien es verdad que le correspondió el astado que dio mejor juego, el segundo, pero también es verdad que estuvo igual de acertado, o quizás más, con el quinto, que ofreció más dificultades. El segundo fue noble por los dos pitones, aunque le costase un poco decidirse a arrancar. Cuando lo hacía, tenía un noble viaje. El Tato le hizo una faena de muy buen corte, toreando con ligazón, temple y la mano muy baja, aunque atacando mucho al toro, que parecía pedir un poco más de mimo y de aire. El vibrante y hondo trasteo terminó con molinetes de rodillas, perdiendo el bien ganado trofeo por un pinchazo y, sobre todo, por una estocada muy caída, apuntando a los bajos al iniciar el viaje. Lo peor que hizo el diestro aragonés fue encararse con quienes justamente le recriminaban esa estocada.Pero El Tato acabó mordiéndose el orgullo y la auténtica rectificación, en el quinto, sería sonada. La res tenía genio, se quedaba corta y buscaba al final del muletazo. Por ello la faena no pudo tener la plástica de la anterior. Pero aquí entendió absolutamente al toro, al que muleteó en corto y sometiéndole con la mano muy baja. Y al final vino la aludida rectificación: se tiró a matar al volapié recto como una vela y la estocada fue la de la tarde y la de muchas tardes, cayendo el astado fulminado, por lo que El Tato recibió, con toda justicia, la oreja, único trofeo de la tarde. A este quinto lo habían banderilleado formidablemente Carlos Casanova y Manolo Rubio, que tuvieron que desmonterarse.
Occitania / Esplá, Tato, Sánchez
Seis toros de Occitania (el primero, sobrero), desiguales de presencia y de poco juego, excepto el segundo. Luis Francisco Esplá, aplausos y bronca. El Tato, ovación y oreja. Cristina Sánchez, aviso con silencio y silencio. Media entrada. Plaza Monumental. Barcelona, 5 de julio.
El primero de Esplá fue devuelto a los corrales por su invalidez. El sobrero, aparatoso y mansurrón, no fue banderilleado, justificadamente, por Esplá. El buen trato muletero del alicantino hizo que pudiesen surgir algunas series excelentes con la diestra y en los medios (el pitón izquierdo era imposible). Serenidad y aguante en un muleteo meritorio. En el cuarto defraudó al público claramente, porque tampoco quiso banderillearlo, aparentemente con menos razón que en su primero, y ello encrespó al público, que sabe de los recursos y de la sapiencia de este torero en este tercio. Entre constantes protestas, no se le tuvo en cuenta nada de lo que hizo con la muleta. No se puede escatimar al público lo que más espera de un torero si no hay una causa que clarísimamente lo justifique.
Y si a Cristina Sánchez hay que juzgarla, como ella quiere, como un torero más, hay que decir que en esta ocasión no estuvo bien, quedando patentes sus principales lagunas: regular confianza a la hora de afrontar toros difíciles, poca capacidad lidiadora y fallos continuados en el momento de la suerte suprema. También es cierto que tropezó con un mal lote, sobre todo el toraco que cerró plaza, mirón y muy difícil. Constantes intervenciones de peonaje, mucho movimiento de pies con el capote y cites muy fuera de cacho, sin decidirse a imponerse en el momento preciso en su primero. Luego, el toro ya fue a menos y no cabía más que matarlo decorosamente, cosa que tampoco hizo Cristina. En el sexto, que salió como un obús, la torera tragó en una valiente verónica. No atacó al toro como debía y, claro, el animal desarrolló sentido y provocó la desconfianza en su matadora. Nuevamente desacierto estoqueador, recurriendo al descabello después de varios pinchazos. No es el momento ahora de descubrir la gran vocación de Cristina Sánchez y el mérito incuestionable de cuanto ha conseguido hasta ahora, pero, como hemos quedado en que se la había de juzgar como a un torero más... pues eso. Se la ha visto muy insegura y con pocos recursos después de haber toreado tanto.
Babelia
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