_
_
_
_

La batalla de la Plaza Nueva

Cuando en plena República, Alejandro Lerroux le pasó a Niceto Alcalá Zamora el decreto en el que aparecía la propuesta de ascenso de Francisco Franco, el político cordobés respondió con su sapiencia de liberal y de cacique: "Don Alejandro, los generales menores de 40 años son todos aspirantes a dictadores fascistas". Se cumplió el presagio de quien había sido ministro de la Monarquía y fue presidente de la II República cuando el Frente Popular triunfó en las urnas el 16 de febrero de 1936. "El 18 de julio habría sido el 17 de febrero, pero los generales sublevados, que se presentaron en el hotel Ritz para pedirle a Portela Valladares, presidente del Gobierno, la anulación de las elecciones y la declaración del estado de guerra, no contaban con el rechazo de este político, del propio Alcalá-Zamora y del general Sebastián Pozas, dirertor general de la Guardia Civil, que conminó a Franco y otros generales a que respetaran el resultado de las urnas". Lo dice Juan Ortiz Villalba, 44 años, natural de Luque (Córdoba), director de un instituto en Villafranco del Guadalquivir y autor del libro Sevilla 1936. Del golpe militar a la guerra civil, un exhaustivo estudio al que ha dedicado 14 años de su vida. A este libro llegó por caminos nada ortodoxos. Se tuvieron que juntar una serie de factores que cambiaron el destino de un hombre que estaba llamado "como mucho a dar clases, a hacer sindicalismo dentro de la enseñanza o a hacer política después de las elecciones de junio de 1977". El libro, del que no salen bien paradas algunas fuerzas vivas de la ciudad, tiene una autoría moral, indirecta: el amigo que en un cortijo de Fernán Núñez encontró un documento en el que aparecían los nombres de 150 señoritos de Córdoba que decidieron tomar el cuartel y sacar las tropas a la calle contra la República; el interés que un artículo publicado por Ortiz Villalba despertó en el maestro de historiadores Manuel Tuñón de Lara; o la obsesión "rayana en el paroxismo" de Milagros Martínez Prieto, esposa ya fallecida de Pedro Laín Entralgo, de que una manta de silencio cubría todo lo que pasó aquel verano sevillano del 36 en el que su padre fue una de las muchas víctimas de la infamia. Laín es el prologuista de un libro que Juan Ortiz dedica a Milagros Martínez, ya fallecida, una mujer que le prestó su aliento incondicional. La conversación con Juan Ortiz transcurre en el marco apacible del hotel Inglaterra. Un escenario crucial de su libro. El hotel era el escudo natural del Gobierno Civil. Si el Inglaterra era el Álamo de algunos guardias de asalto, de los trabajadores portuarios liderados por Saturnino Barneto que en 1927 aterrizaron en el comunismo desde el anarquismo, el Gobierno Civil era el palacio de la Moneda de un coruñés llamado José María Álvarez Rendueles. El edificio estaba en una calle que hoy lleva el nombre de Pedro Parias. "Qué vergüenza", dice Ortiz Villalba, "ponerle el nombre del gobernador nombrado por los golpistas, falangista como todos los Parias, el tío carnal de la mujer de Blas Infante que no movió un dedo por salvar la vida del marido de su sobrina". Lucha cruenta Aquí se desarrolló lo que Ortiz Villalba llama "la batalla de la Plaza Nueva", una lucha cruenta por el poder en múltiples direcciones: los trianeros que intentan asaltar la Maestranza de Artillería, donde se guardaban 25.000 fusiles; los trabajadores que pedían armas en el cuartel que la Guardia de Asalto tenía en la Alameda de Hércules; los conatos de ocupación de la Plaza Nueva por fuerzas de Infantería integradas por soldados que llegaban engañados con vivas a la República. La avioneta que salió de Tablada, último reducto republicano, y lanzó sobre la Plaza Nueva octavillas que animaban a pelear contra los sublevados e informaban de que el golpe sólo había triunfado en África. La guerra civil, en la lectura de Ortiz Villalba, es la reacción resentida de una serie de generales contra Manuel Azaña, que en su etapa de ministro de la Guerra, "instigado por Queipo de Llano", privó a los militares africanistas de sus medallas y méritos de guerra. "Éstos no se sublevan por la unidad de España ni por el orden social. No son monárquicos ni republicanos. Mola es molista, Queipo quepista y Franco franquista. Son de ellos mismos, de sus galones, de sus medallas". 62 años después, Ortiz Villalba piensa publicar un segundo libro sobre la guerra en la provincia y llama la atención sobre los héroes ocultos, hombres que permanecieron leales a la República.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_