Una agenda extensa y cargada de obstáculos
Ayer el presidente norteamericano, Bill Clinton, durmió plácidamente por primera vez en China, en Xian, una dinámica ciudad que es un cafarnaún de motos, cochecitos, motocarros, trolebuses y bicicletas. Un enjambre de bicicletas detenidas en los cruces por ancianos sentados.El terreno político es otra cosa. Las últimas detenciones de disidentes, que siguieron a la negativa de conceder el visado a tres periodistas de Radio Free Asia acreditados por la Casa Blanca, le complican aún más la vida a Clinton en este viaje al gigante asiático rodeado de tanta controversia, según reconocía en el semanario Newsweek el ex secretario de Estado Henry Kissinger, el político que abrió el camino para la normalización de relaciones entre China y EEUU hace más de dos décadas y media.
Clinton llegó a Xian con el ruido de fondo de las protesta de tantos norteamericanos por las aportaciones chinas a su campaña electoral, la transferencia de tecnología aerospacial a China por empresas como Loral y Hughes, la existencia de un mínimo de 2.000 detenidos políticos en China, la represión de la identidad tibetana y el déficil comercial de 50.000 millones de dólares (7,7 billones de pesetas) que este año tendrá EE UU frente a China.
En Taipei también se alzan voces inquietas. Jason Hu, ministro de Exteriores de Taiwan, declaró ayer haber sido informado por EE UU de que Clinton no hará nada que pueda perjudicar los intereses de la considerada por Pekín isla rebelde. Pero añadió que no le cabe duda de que Pekín presionará para que los norteamericanos dejen de venderle armas a Taiwan. "Me parece muy bien que Clinton termine su gira en Hong Kong", dijo el jefe de la diplomacia taiwanesa, "pero nosotros rechazamos el principio que nos propone Pekín de un país, dos sistemas".
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