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"Clinton olvida los derechos humanos de los chinos en un momento crucial"

Wei Jingsheng, el prisionero político más famoso de China, fue expulsado de su país a Estados Unidos el pasado mes de noviembre, y vive exiliado en Nueva York. Su primera detención se produjo en 1979 por colocar un cartel en el Muro de la Democracia, de Pekín, en el que pedía la "quinta modernización", la democracia, para completar las cuatro que había llevado a cabo Den Xiaoping, en la agricultura, la ciencia, la industria y el ejército.Pregunta. EEUU fue en otro tiempo el gran defensor de los derechos humanos en China. Ahora, el presidente Bill Clinton va a ir al escenario del crimen, la plaza de Tiananmen. ¿Qué significado tiene su visita?

Respuesta. Estados Unidos está encabezando una retirada total de Occidente de la causa de los derechos humanos en China. La decisión de Clinton de ir a Pekín en este momento envía una señal muy clara de que está más interesado en apoyar la autocracia que el movimiento democrático en el país. El pueblo chino va a juzgar la visita de Clinton de la misma manera que cualquier persona decente lo haría: imagínese que hubieran matado a su hermano o su hermana en la calle. Y que viera a Clinton dando la mano a las personas que los mataron. Puede imaginar hasta qué punto le indignaría el brutal cinismo de la situación.

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P. ¿Es posible que el apoyo de Clinton a los dirigentes chinos no haga más que sellar el destino de un movimiento de derechos humanos ya derrotado? Cuando salió usted de la cárcel, otro importante disidente chino, Liu Binyan, escribió que estaba usted solo porque la tentación de la prosperidad había hecho que el pueblo chino se sintiera indiferente hacia su causa.

R. Hay algo de verdad en lo que dice Liu, pero sólo describe la situación a medias. Es cierto que la mayoría de la gente ha dedicado su energía y su atención a ganar y gastar dinero. Ello no quiere decir que no les preocupen los derechos humanos. Sólo significa que no se atreven a hacer manifestaciones públicas por miedo a las represalias. Lo más interesante es que el activismo y los debates sobre derechos humanos y democracia han dejado de ser cosa de estudiantes y disidentes para involucrar a miembros del mundo académico oficial, activistas no políticos y funcionarios del propio partido comunista. Sin embargo, su enfoque es distinto. No se dedican a exigir públicamente la democracia, sino que trabajan para resolver casos concretos relativos a derechos individuales en el sistema penal, en el lugar de trabajo o entre campesinos y consumidores. Por ejemplo, una de las personas más famosas en la China actual es Wang Hai, una especie de defensor de los consumidores. Según las leyes chinas, cualquier tienda que sea descubierta vendiendo artículos falsificados al precio que se paga por los productos genuinos deberá retribuir al comprador el doble del precio de compra. Wang se ha propuesto descubrir los fraudes y utilizar el imperio de la ley para obtener reembolsos en nombre de "los derechos de los consumidores". Por consiguiente, se puede afirmar que el movimiento no está derrotado, sólo transformado.

P. Aunque no sea la quinta modernización de la democracia, ¿lo que describe usted no es, por lo menos, la modernización número cuatro y medio, un paso hacia la libertad?

R. Se lo diré de este modo: la democracia avanza en China, fundamentalmente, como consecuencia de la multitud de esfuerzos en pro de los derechos que se desarrollan en todo el país. En muchos aspectos, esos activistas no políticos son más importantes que los intelectuales del movimiento democrático de 1989. Otro proceso muy significativo que se desarrolla actualmente en China es la creciente libertad de expresión. No hablo sólo de que editores, periodistas, productores de televisión y cineastas burlen la censura, sino de la creación de nuevos foros de medios de comunicación que incluyen numerosas voces y revelan mucha más información al público. En la actualidad, por ejemplo, la prensa de Pekín ofrece datos sobre la mala calidad del aire de la ciudad. Sólo hace un año dar al público información auténtica pero que fuera negativa se consideraba una intromisión.

P. Lo que dice me recuerda a los primeros días de la glasnost, cuando Gorbachov decidió ser honrado y publicar los datos sobre el accidente nuclear de Chernóbil. La glasnost, fue el principio del fin del sistema soviético.

R. La glasnost que hay hoy en China es más profunda que la que había en la Unión Soviética en esos días. Allí, las riendas del control de la información se iban soltando desde arriba; en China, es tanta la libertad de expresión que ha estallado en las capas inferioresque la cumbre ya no puede controlarla.

P. Algunos dirigentes chinos, como Qiao Shi, han reclamado el imperio de la ley. ¿Son demandas sinceras?

R. Creo que Qiao, que presidió el Congreso Nacional del Pueblo, habla con sinceridad, porque siente las presiones que le llegan. Hay, incluso, muchos miembros del partido que han llegado a la conclusión de que el coste de mantener la dictadura actual del partido único significará la destrucción de China. Para los patriotas chinos se trata de un precio demasiado elevado.

P. ¿Es una ilusión, por parte de Occidente, creer que la línea dura no puede sobrevivir?

R. Que China cambie de dirección y vaya hacia la democracia no es, en absoluto, imposible. Todo lo que podemos decir es que, hoy en día, el Partido Comunista de China no puede contener el peso de las fuerzas que pretenden más libertades. Pero, dado que los comunistas no permiten la existencia de órganos democráticosdentro del país, y dado que Occidente ha abandonado al movimiento democrático, no se puede asegurar qué dirección seguirán los acontecimientos en caso de crisis. El caso de Zaire resulta instructivo. Mobutu sabía que las cosas no podían seguir como estaban. Pero, como Occidente no apoyó ninguna alternativa democrática, del vacío surgió Laurent Kabila. ¿Ha supuesto Kabila un cambio a mejor? En China podría haber un Kabila aún peor. En cambio, Occidente dio un apoyo muy firme a Nelson Mandela. Ése es el apoyo que necesitamos. El momento que ha escogido Occidente para abandonar al movimiento democrático en China no puede ser más inoportuno. Precisamente cuando hay tanto fermento en el país, en un momento en el que Occidente podría influir de forma tan decisiva, nos ha dejado abandonados. Y eso significa que el cambio no podrá ser rápido.

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