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AULAS

La movida de hincar codos

, Mediados de junio. 8.59 horas. En el pasillo, una masa de jóvenes armados con carpetas y libros toma posición. La puerta está a punto de abrirse y dentro, las luces se encienden, provocando que los pocos que aún estaban distraídos (algunos sentados sobre sus carpetas desde hace casi dos horas) se pongan en guardia. El personal, tras abrir la puerta de toriles, se esconde para huir de la avalancha. La puerta empieza a tragar jóvenes de tres en tres, que una vez dentro corren hasta el fondo de la sala en busca de lo que será su espacio vital durante el resto del día: una silla y medio metro cuadrado de mesa. No es la guerra, ni tiempo de rebajas. Tampoco se regala nada. Simplemente es la biblioteca de la Facultad de Matemáticas de Sevilla, en plena época de exámenes. Escenas como ésta, tan frecuentes en bibliotecas y salas de estudio por estas fechas, suelen ser ignoradas por aquéllos que, amparándose en el cualquier tiempo pasado fue mejor, se empeñan en identificar con vandalismo y botellón a la llamada generación mejor preparada de la historia de este país. Algunos están desde las 6.30 horas en la puerta de la Facultad para coger sitio en una biblioteca que abre una hora y media después. "El agobio por los exámenes puede provocar eso y mucho más", reconoce Patricia Laita, que estudia 1º de Psicología. Así lo demuestra el lleno hasta la bandera que presenta la sala de estudios de Matemáticas, más conocida como el búnker, que desde mediados de mayo abre las 24 horas para los que no tengan nada mejor que hacer a las cuatro de la mañana. Pero, ¿por qué acuden tantos jóvenes cada día a las bibliotecas de nuestra universidad? ¿Acaso no estarían más cómodos en sus casas que en estas salas masificadas? "En casa me distraigo mucho más. Están mis hermanos pequeños, la televisión, el teléfono, las vueltas a la cocina para picar algo...", afirma Ana Moreno, que estudia 3º de Filología Inglesa y es una veterana de la preparación de exámenes finales en las bibliotecas. La poco frecuente pero imprescindible concentración que requiere el estudio parece alcanzarse mejor en una biblioteca. "Aunque haya mucha gente a tu alrededor, todos están estudiando y ese ambiente te motiva", señala Marisa Organvídez, que desde que comenzó Económicas le saca provecho al estudio fuera de casa. Sin embargo, pasar el día en la biblioteca no es sinónimo de estudiar, y es que 10 horas con un sitio reservado dan para mucho. Sería necesario reconocer a las bibliotecas en los manuales de sociología como un nuevo lugar de esparcimiento entre los jóvenes -además de los bares y las discotecas- donde también se hace vida social y se reúne una variopinta representación de la fauna bibliotecaria, casi tan heterogénea y excéntrica como la movida nocturna. Así, se puede encontrar el típico fatiguita del estudio, que no se levanta de la silla ni para beber agua (ya lleva la botella de su casa). Mención especial merecen dentro de este grupo los opositores, sobre todos los estudiantes que se preparan el MIR, auténticos expertos en estas lides. Este grupo mira con indignación a los representantes de una especie mucho más numerosa: los que se levantan cada cinco minutos para hacer descansos de media hora. Curiosamente, suelen estar representados por aquéllos que llegan los primeros a la hora de abrir y han madrugado para ellos. Un híbrido entre ambas especies lo formarían aquéllos que se pasan varias horas sentados pero con la mente en otra parte. Más que estudiar sus apuntes, se dedican a mirar con curiosidad los de los que tienen al lado y, teniendo en cuenta la diversidad de asignaturas opuestas que se pueden llegar a concentrar en una misma mesa, puede resultar una actividad absolutamente enriquecedora. Definitivamente, las bibliotecas, invadidas por los jóvenes de nuestra sociedad, ya no pueden ser consideradas refugio de "ratas". El silencio ya no impera tanto en ellas, pero sí están más vivas, lo que no deja de ser buena señal.

Los autores de este texto y la foto que lo ilustra son y José Félix Jiménez Cascón, estudiantes de Periodismo en Sevilla

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