La selva sumergida
Biólogos de Sevilla tratan de recuperar las praderas submarinas de la bahía de Algeciras
A finales de los años 60, las praderas submarinas ocupaban cerca de cuatro kilómetros cuadrados en los fondos de la bahía de Algeciras. Compuestas por fanerógamas, plantas con flores que proceden evolutivamente de sus parientes de tierra firme, actuaban casi como una selva sumergida. Aportaban recursos alimenticios al ecosistema, ofrecían refugio a un buen número de animales, retenían el suelo y estabilizaban los sedimentos disminuyendo la turbidez de las aguas. Todo este universo vegetal comenzó a sufrir las consecuencias de una acelerada industrialización y del crecimiento demográfico de los municipios litorales. Algunas zonas quedaron literalmente sepultadas y a otras se les robó la luz. Obras como la de los astilleros de Crinavis supusieron movimientos de tierra que enturbiaron las aguas de la bahía durante meses. En esas condiciones, se impedía la fotosíntesis y las plantas terminaban muriendo. "Como si se tratara de una reacción en cadena", explica José Carlos García, director del Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Sevilla, "todos estos ecosistemas, muy bien estructurados, se fueron desmoronando en poco tiempo". Nadie advirtió este fenómeno. La catástrofe se desarrollaba bajo el agua, lejos de los ojos de investigadores y curiosos. Por eso nada se hizo por evitarla y hoy de aquellas praderas apenas si quedan rastros. Los investigadores solo han sido capaces de localizar una pequeña mancha, que ocupa unos dos metros cuadrados, en la ensenada del Cucareo, que, además muestra síntomas de regresión, por lo que también parece condenada a desaparecer. "Cuando un bosque se quema", añade García, "podemos advertirlo a distancia y actuar de inmediato, pero en el fondo del mar toda una comunidad biológica puede desplomarse sin que nos demos cuenta". Las consecuencias Las consecuencias para la bahía de Algeciras y su entorno de la desaparición de estas praderas no han podido ser evaluadas de forma científica, ya que no existen estudios anteriores al impacto que determinaran la riqueza que estas plantas aportaban. Los especialistas de la Universidad de Sevilla sólo han podido recoger comentarios de habitantes de la comarca que aún recuerdan la abundancia de algunas especies animales, hoy desaparecidas o escasas, que vivían asociadas a estas formaciones vegetales. Por ejemplo, es llamativa la desaparición del mejillón gigante o nácar, especie apreciada en todo el Mediterráneo por su vistosidad, o la drástica reducción de las poblaciones de cañaíllas y búsanos. Si la reforestación de un bosque quemado es una tarea compleja, cuyos resultados se aprecian a largo plazo, mayores dificultades entraña recuperar esta vegetación submarina. Pese a todo, el Laboratorio de Biología Marina ha propuesto a la Autoridad Portuaria de Algeciras un plan de restauración para el que podrían obtenerse fondos comunitarios, ya que la UE presta especial atención al mantenimiento y protección de estos ecosistemas. "Sugerimos reimplantar estas fanerógamas por lo que podríamos llamar jardinería submarina, algo que ya se ha ensayado con cierto éxito en países como Australia", asegura García. Los especialistas consideran que en la Bahía de Algeciras se dan las circunstancias idóneas para desarrollar un plan de estas características. Aún existen áreas donde el suelo parece reunir las mejores condiciones, porque en ellas vivieron las últimas praderas. Además, la abundancia de algunas especies de fanerógamas, como la Cymodocea nodosa (conocida popularmente como porreo), entre Tarifa y Trafalgar, permitiría utilizarlas como plantas donantes. El tiempo de transporte sería solo de unas horas, de manera que los brotes seleccionados no serían sometidos a un excesivo estrés que los hiciera inútiles para el transplante. De cualquier forma, concluye el director del laboratorio, "Este esfuerzo no tendría sentido si, al mismo tiempo, no se eliminan aquellas actuaciones que han llevado a la desaparición de estas plantas". Así, sería necesario ampliar la red de estaciones depuradoras de aguas residuales y evitar rellenos o cualquier otra obra que pudiera perturbar el medio marino. Las precauciones deberían extremarse, sobre todo, en una franja delimitada por el puerto de Algeciras, Punta San García y Punta Carnero, donde los biólogos han encontrado los mejores fondos. Y aún así, el tiempo de restauración podría oscilar entre cinco años y varias décadas.
La reina del Mediterráneo
En todo el mundo existen 54 especies de fanerógamas marinas, de las que cuatro están representadas en el Mediterráneo occidental y, por tanto, en la mayor parte del litoral andaluz. La más valiosa es la Posidonia oceánica, un endemismo de este mar que en Andalucía es posible encontrarla desde las costas de Almería hasta la Punta de Calaburras (Málaga). Sus hojas, similares a cintas, pueden superar el metro de longitud, y en zonas donde las condiciones son favorables crecen de forma muy tupida, hasta rebasar los 1.500 haces por metro cuadrado. Algunas de las praderas más exuberantes de esta especie se localizan en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería). Allí es posible encontrarlas tanto en aguas superficiales, a tan sólo un metro de profundidad, como en fondos de hasta 35 metros si no existe turbidez que impida la entrada de luz. La presencia y buena conservación de estas comunidades vegetales ayuda a frenar los procesos de erosión que afectan a la costa. La desaparición de numerosas playas en distintos puntos del Mediterráneo se ha debido a la previa eliminación de estas praderas, arrasadas por obras, contaminación, extracción de arena, pesca de arrastre o anclaje de embarcaciones. Este tipo de problemas han tratado de corregirse mediante la construcción de diques y otras estructuras artificiales que han provocado nuevas alteraciones. Un circulo vicioso que, al final, suele conducir a la creación de playas artificiales que deben ser reconstruidas cada cierto tiempo. La Posidonia oceánica es una especie protegida en Francia, medida que se ha reclamado para el resto de los países ribereños del Mediterráneo.
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