Políticamente contraproducente
Con independencia de que estemos o no estemos de acuerdo con la actual norma de lo políticamente correcto, el hecho en sí de una normalización del lenguaje es compartido por todas las culturas dominantes a lo largo de la historia. La censura o marginación de lo considerado irreverente, falso o simplemente inconveniente se produjo no sólo en todas las dictaduras y bajo todos los poderes absolutistas, sino también en la Atenas democrática, la que acabó juzgando a Sócrates. Esta censura se basa en la creencia de que la manifestación del pensamiento inadecuado actúa como un virus que infecta y se extiende hasta enfermar el cuerpo social. En su forma más extrema se convierte en nominalismo, donde la palabra crea la realidad: «Al principio fue el Verbo, y el Verbo era Dios».Sin embargo, ¿no podría ocurrir a veces lo contrario, que la manifestación políticamente incorrecta actuara como una vacuna, fortaleciendo el sistema inmunológico? Por otra parte, ¿desaparece el virus al no expresarse públicamente o, al contrario, se incuba y se propaga mejor en un cuerpo ignorante?
Quizá resulte demasiado fácil disfrazarse cuando todo lo que se exige al impostor es que declame cuatro reglas ñoñas. ¿Estamos realmente sanos? Entonces dejemos que hable el oponente, que se exprese sin tapujos, que se quite la careta. Que hablen los racistas y los xenófobos, los
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adoradores de la autoridad y de la fuerza. De otro modo, por su silencio, deduciremos erróneamente que no existen, que han desaparecido, y la ignorancia nos volverá más vulnerables. Dejémosles hablar, siquiera para resucitar nuestro temor y nuestra reprobación, o incluso nuestra rabia. ¿O no?
Pretendiendo mejorar la realidad, la corrección política sólo la está maquillando, como los niños que dibujan a todos los mayores cogidos de la mano y con un semicírculo a modo de sonrisa en el redondel del rostro. Pretendiendo mejorar la realidad, la corrección política nos está condenando al infantilismo de una sociedad idiota que no se atreve a mirarle a la cara al coco.-
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