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Entrevista:

"Si ETA me hubiese quitado imparcialidad, me habría ido antes"

El magistrado Joaquín Giménez (Orihuela, Alicante, 1945), sustituto del jubilado Eduardo Móner en el Tribunal Supremo, se mueve bien en el terreno público, pero huye de cualquier protagonismo gratuito y de los jueces estrella. Enamorado del derecho penal, este juez marcado por ETA y su entorno cree que la justicia debe estar en un segundo plano y "al margen de las polémicas partidarias".Pregunta. Ya puede respirar tranquilo: 12 de los 21 miembros del pleno del Poder Judicial le han dado su confianza.

Respuesta. Pues sí, porque no puedo ocultar que he pasado mis nervios. Los cuatro que hemos aspirado a entrar en el Supremo teníamos condiciones suficientes para ser nombrados. Pero las cosas han salido bien y no oculto mi satisfacción.

P. Otro magistrado de la Audiencia de Bilbao que da el salto a Madrid, pero esta vez para seguir en la judicatura.

R. Yo no voy a hacer política,desde luego. Es cierto que el juez debe salir de su torre de marfil, quitarse la venda. Y no basta con comprender: hay que comprometerse con unos valores, pero exclusivamente desde el papel judicial. La justicia como trampolín para... no me gusta y, además, es perjudicial para la carrera judicial.

P. No deja usted un panorama muy gratificante en la justicia vasca. Demasiados frentes abierto, como la euskaldunización, las amenazas...

R. El tema del euskera en la justicia se ha planteado en unos términos muy inaceptables por un colectivo [el Sindicato de Abogados Euskaldunes], cuyo origen está en Herri Batasuna, que se caracteriza por su escasa aceptación de los valores democráticos. Es lamentable, porque esa estrategia es poner plomo en las alas de la lengua, una señal, probablemente la más importante, que define la cultura de un pueblo. La lengua es un medio de comunicación neutral, pero no puede ser monopolizada en favor de determinadas posiciones ideológicas. Hablar una lengua no debe ser una especie de tarjeta política y el que se acerca a una lengua debe hacerlo en clave de absoluta voluntariedad.

P. Pero es que esta guerra desatada por la negativa de determinados abogados a utilizar traductores está teniendo consecuencias, algunas muy graves.

R. Efectivamente, la gente que sale de la carrera judicial está colocando los destinos del País Vasco en los últimos puestos y muchos jueces que han sacado la oposición en Euskadi lo primero que hacen es irse a otros destinos. Eso perjudica a la propia sociedad vasca, porque no se pueden hacer planteamientos de este tipo en clave de exclusión. Se ha jugado al marcaje y eso es muy peligroso. No se puede apostar por la disyuntiva del "mejor que uno se vaya o le hacemos la vida lo suficientemente imposible para que se vaya". El tema del euskera no es para un día.

P. Ya, pero mientras llega ese momento se les pide a los jueces que sean héroes, pongan multas y abran expedientes a estos letrados.

R. No es cierto que la presencia del intérprete suponga una vulneración de los derechos humanos. Es mi opinión, la del Tribunal Constitucional y la de todos los tribunales europeos. Lo que hay que exigir es que los traductores tengan conocimientos jurídicos necesarios y suficientes y estén pagados por la Administración. El juego de "seamos razonables, pidamos lo imposible", estaba bien para mayo del 68, pero creo que desde entonces ha pasado mucha agua bajo los puentes del Sena.

P. En una entrevista concedida a este periódico antes de que trascendiera su candidatura al Tribunal Supremo aconsejó a los jueces que tengan miedo que abandonen el País Vasco. ¿Es su caso? ¿Hasta dónde ha influido en su marcha el saberse objetivo de ETA?

R. Sigo pensando lo mismo que entonces, pero no es mi caso. Y lo digo sin ninguna acritud. Creo que no hay actos de heroismo ni profesión de héroe. Puede haber actos heroicos puntuales. La profesión de juez puede conllevar unos riesgos, como el bombero tiene el riesgo de morir un día abrasado. Esto no es un país de misión ni estamos en una situación de guerra ni cosa parecida. Yo vine aquí en el 81 y he estado a gusto todos estos años. Es la primera vez en ellos que he pedido un destino fuera de Euskadi y me he ido a uno como el Supremo en el momento en que he podido irme, cuando se ha producido una vacante. Además, el riesgo de ser objetivo del terror lo tienes aparezcas en listas, como en mi caso, o no. Y si no estás incluso puedes estar más desprevenido y dar pie para poner en funcionamiento el dogma de los terroristas de ETA: hasta la última gota de sangre del de enfrente, de la víctima. Si hubiese perdido mi imparcialidad por ETA, me habría ido mucho antes, no habría tardado tanto. No tengo sensación de huida.

P. Además, la plaza del Supremo no es un balneario que se diga: tiene sus dificultades, hace falta mucha capacitación, cintura, buenos padrinos y un torrente de inteligencia. ¿Qué es lo que más le atrae de este nuevo destino?

R. A mí me gusta el penal. Donde más puedo aportar y me muevo con soltura es ahí. Me gusta considerar, poner sentencias, valorar, analizar y juzgar Y la cúspide es el Supremo. Fundamentalmente, voy a aprender Y tengo claro que en los 18 años que he estado en Euskadi he recibido más de lo que he dado. Ser juez aquí es ser juez con mayúsculas: nada te es dado, tienes que dar lo mejor de ti, hacer permanentemente actos de humildad y legitimarte todos los días.

P. Es consciente de las dificultades que entraña su sustitución en Bilbao. Mientras algunos magistrados no quieren ni oír hablar de su sillón, otros están ya muy dispuestos a sustituirle.

R. Yo en esto soy extremadamente prudente. Ahora sé que he sido nombrado, porque aquí nada estaba hecho. No he reflexionado sobre qué va a pasar aquí. Soy consciente de que la Audiencia de Bilbao es la más importante de Euskadi y, hasta ahora -y somos 17 magistrados- nos llevábamos francamente bien. No ha habido ningún problema, al margen de las normales discrepancias en temas puntuales de enjuiciamiento. Yo resalto la muy buena relación y la total sintonía en los tema relevantes.

P. En Madrid torean algunos de los más renombrados jueces estrella del momento. ¿Qué opina?

R. Creo que el riesgo de los jueces estrella es que acaben estrellados. No me gustan los jueces estrella. Al final, uno no sabe si el juez busca ser estrella, si el caso es estrella o las dos cosas en este firmamento judicial. Creo que la justicia, y en concreto algún tribunal, está teniendo un exceso de protagonismo que no es bueno. Que la prensa se nutra un día sí y otro también de crónicas judiciales no es bueno. Incluso puede suponer un desgaste para el propio sistema judicial. Una cosa es que el sistema judicial esté comprometido con los valores fundamentales de pacificación, de hacer justicia, y otra que aparezca al calor de polémicas de política partidaria. El sistema judicial debe quedar al margen, en segunda fila. Ésa es, al menos, mi impresión.

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