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Tribuna
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La baja política

El autor señala a Francisco Álvarez Cascos como responsable del último conflicto surgido con el presidente de Asturias, Sergio Marques, miembro de su partido y designado por el mismo.

La frase es de Cambó hablando del conflicto histórico entre Cataluña y Madrid: "Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable". El vicepresidente Álvarez Cascos la ha copiado ahora para resumir el conflicto entre Asturias y el Gobierno central, entre él mismo y el presidente del Principado, Sergio Marqués. Sin embargo, lo había dicho más claro hace unos días en un acto público, y hasta el mismo Felipe González estuvo por una vez de acuerdo con el vicepresidente: "Vale más un partido sin Gobierno que un Gobierno sin partido". Total, que si Marqués no rectifica, Cascos está dispuesto a echar a un presidente que él mismo designó, y salvar así la autoridad a costa de perder el feudo.Más todavía, Cascos criticó los reinos de Taifas y "el fulanismo" como males históricos de la derecha española, y añadió para intentar explicar el conflicto que el presidente del Principado se ha enfrentado con todo el mundo, lo cual es cierto, porque Marqués ha chocado sucesivamente con la Universidad por la creación de un nuevo campus en la cuenca minera, con los sindicatos en la reconversión de Hunosa, con la Iglesia por el apoyo del arzobispo a la manifestación regional contra el paro hace unos meses, con la oposición que le llama "bronquista", y por último hasta con su propio partido.

Marqués es ciertamente un presidente torpe y aislado, que estando en minoría parlamentaria no ha sabido conectar con nadie excepto con un diputado tránsfuga, que no tiene una sola idea estratégica para una región en plena crisis, que carece de cultura política y le sobran, como dijo el propio Cascos, "ocurrencias", y que a lo largo de su mandato ha ido dando tumbos hasta estrellarse en todos los grandes asuntos regionales: en el ajuste del carbón y en la aplicación de los fondos mineros, en la privatización de Aceralia, donde proponía mantener una presencia pública en contra de la opinión del ministerio, y hasta en las infraestructuras impulsadas por el Gobierno central: cada tema que toca lo convierte en un conflicto.

Sin duda, el presidente Marqués no ha sabido estar a la altura de las circunstancias de una región políticamente madura y socialmente vertebrada, que está en plena transición al capitalismo, en pleno tránsito de la economía estatal a la privada, de la empresa pública a la multinacional, de las grandes catedrales minero-siderúrgicas a las pequeñas iglesias empresariales, del Estado al mercado, a la altura de una región donde la histórica hegemonía de la izquierda política y sindical no acaba de ser sustituida por el protagonismo de una derecha económica y social, y donde, en resumen, lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir, mientras se suceden los conflictos sociales e institucionales desde hace dos décadas sin solución de continuidad precisamente por las enormes dificultades de esta transición.

La historia es vieja: el Principado de Asturias tiene una enfermedad que podemos llamar presidencialitis, pues en menos de una década ha cambiado cuatro veces de presidente, antes con el PSOE y de seguir así con el PP. Los dos últimos presidentes socialistas se fueron a destiempo: uno tras el escándalo del llamado Petromocho y otro, que había llegado provisionalmente al cargo, derrotado por la falta de apoyo de su propio partido; pero Marqués tiene los días contados si continúa confrontando con Cascos y la dirección nacional del PP: todavía hoy en la política española es mejor arrastrarse ante el jefe que el jefe te arrastre a ti.

En realidad, planteado este problema político en perspectiva histórica -como según Ortega había que hacer siempre para no equivocarse- es el cambio de la economía pública a la privada, es la grave crisis minera y siderúrgica y metalmecánica y naval y agraria y ganadera que vive el Principado desde hace más de dos décadas la que está en la raíz de estas crisis institucionales de nunca acabar, porque antes con el Gobierno del PSOE el modelo sindical caballerista imperante que controlaba al partido había chocado muchas veces con la autonomía política, lo que hizo saltar a más de un presidente, mientras que ahora el modelo político popular de "ordeno y mando" encuentra la incomprensión de un presidente que no sabe manejar la transición asturiana.

Cuando hasta hace poco la empresa pública era hegemónica en la región, escribí que Asturias tenía dos capitales y dos presidentes compartidos, uno en Oviedo y otro en Madrid que era el ministro de Industria. Hoy, sin embargo, el otro presidente es Álvarez Cascos que, como se acaba de ver controla el partido, maneja los cargos públicos y que además eligió a su antiguo amigo Marqués como candidato presidencial, por eso Cascos es el responsable último de este grave conflicto político e institucional.

En Grandezas y miserias de la política decía Azaña, el último inspirador del discurso de la derecha para vestirse de centro, que "el gran problema de la política es acertar a designar a los más aptos, los más dignos y los más capaces". Está claro que Álvarez Cascos no acertó, pero cualquier decisión que se adopte debería tener en cuenta aquellas sabias palabras de Feijoo escritas precisamente en Oviedo para "ilustrar" a los políticos: "La política se divide en alta y baja. La política alta es la que sabe disponer de los medios para los fines, sin faltar ni a la veracidad ni a la equidad ni al honor. La política baja es aquélla cuyo arte estriba en ficciones, adulaciones y enredos. La primera es propia de personas en quienes se junta un corazón generoso y recto, con un entendimiento claro y juicio sólido. La segunda, la hacen hombres de tan escasa luz que no muestran otra senda para el fin deseado, sino la de la trampa, o la voluntad está tan destemplada que sin repugnancia echan la mano de lo inhonesto, como lo consideren útil". Después de tantas crisis, el Principado de Asturias se merece una política alta para evitar en efecto el fulanismo y el reino de Taifas.

Germán Ojeda es profesor titular de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo.

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