“Companys dijo a los militares que le condenaron que moría sin rencor”
El sumario del consejo de guerra al presidente de la Generalitat republicana Lluís Companys ha sido objeto de controversias en el último año. Josep Benet (Cervera, 1920) es el primer historiador que ha tenido acceso al original. La próxima aparición de La mort del president Companys (Edicions 62) viene a enmendar algunos errores contenidos en el ensayo El consell de guerra a Lluís Companys, president de la Generalitat de Catalunya, de Josep Maria Figueres, al que Benet corrige en un extenso anexo.
La mort del president Companys, del mismo autor que el magnífico Maragall i la Setmana Tràgica, ha querido huir de la hagiografía y mostrar un Companys con sus contradicciones, capturado por la policía militar germana en la localidad bretona de La Baule-les-Pins, juzgado y fusilado por un consejo de guerra. Un consejo de guerra como los que en Cataluña juzgaron y ordenaron la ejecución de 2.760 personas desde 1939 hasta 1940. Companys, el 15 de octubre de 1940, fue el fusilado número 2.761.
Pregunta. Su libro contrasta con otros que han pretendido hacer hagiografías del presidente Lluís Companys.
Respuesta. He intentado huir de cualquier hagiografía. Companys fue un hombre con sus pros y sus contras. Simplemente he querido descubrir la realidad de su vida, y el primer punto que me interesa subrayar de una vez por todas es su detención y la participación de la España franquista y de la Alemania nazi en ella.
P. El conde de Mayalde queda, indudablemente, como el gran estratega de la operación de entrega de Companys.
R. Exacto. Él era el director general de seguridad. Quizá no queda bien explicado en el libro que el conde de Mayalde acababa de pasar una guerra, y no querría equivocarme, pero creo que perdió dos hermanos. También hay otro personaje que después negará toda intervención: Ramón Serrano Súñer, ministro de Asuntos Exteriores, quien tuvo dos hermanos asesinados en el sector republicano. Eso es conveniente recordarlo, porque el historiador de hoy que no vivió aquella época tiene tendencia a olvidarlo.
P. Su libro aporta el nombre completo de un hombre clave.
R. Se trata de Pedro Urraca Rendueles, policía español que se hallaba entonces en la Embajada de España en París. Este hombre se portó correctamente con Companys. En Barcelona hay un periodista que lo conoció perfectamente.
P. ¿Un periodista que se hallaba entonces en París?
R. Sí. Pero no hay que decir el nombre, ¿no es así?
P. El presidente Tarradellas negó que fuera entregado a petición del Gobierno franquista. Dijo que lo entregó la Gestapo.
R. Sí, pero no haga mucho caso de lo que decía Tarradellas: en aquella época su principal obsesión era quedar bien con los militares españoles. La Gestapo aún no se había instalado en Francia. Lo detuvo la policía militar alemana a petición de las autoridades militares españolas.
P. Las circunstancias que rodean el final de vida de Lluís Companys son dramáticas: su hijo desaparece tras la evacuación de un sanatorio; uno de sus hermanos se suicida, y él, detenido en Montjuïc...
R. Sí, realmente fue muy dramático.
P. En su libro explica que pidió un confesor antes de ser fusilado ¿Le consideraban masón?
R. Sí, aunque era un masón que se había apuntado a la masonería pero no era actuante. Tenía uno de los grados más bajos. Lo acusaban de masón porque un detenido en una población del Vallès lo denunció como tal: en aquellos tiempos para que te soltasen tenías que dar el nombre de otros masones... Lo que no he podido averiguar exactamente es quién lo confesó. Me inclino por el padre Isidre Griful, un hombre muy liberal y muy catalanista que acabó en el exilio. Lo he hablado con el padre Miquel Batllori, jesuita como Griful, pero tampoco ha podido aclararlo. Todo esto debe de constar en los informes del Cesid de la época.
P. Sí, porque alguien hizo fotos a Companys durante el consejo de guerra en Barcelona y en algún sitio deben de estar.
R. Sí, son los archivos de la sección segunda del Estado Mayor que están en Barcelona y Madrid. Esos archivos nos aclararían muchas cosas, pero no he podido acceder a ellos a pesar de haberlo pedido.
P. ¿Qué contienen?
R. Por ejemplo deben de contener las fotografías que le hicieron a Companys durante el consejo de guerra: son los archivos de los servicios de información militar. He hecho gestiones con amigos míos, incluso del PP, que me han ayudado, pero no he conseguido nada. Son archivos importantísimos, que no servían para la represión pero que contienen mucha información. El periodista Manolo Tarín era un soldado que trabajaba para la segunda bis, en la sección segunda del Estado Mayor. Esta documentación debería entregarse a la Generalitat: es una deuda que tiene el Ejército.
P. Parece que los militares que trataron a Companys quedaron muy impresionados de su entereza. Aparte de los malos tratos de que fue objeto en la Dirección General de Seguridad en Madrid, en Barcelona fueron correctos.
R. Sí, allí lo maltrataron. Su hermana Ramona recogió el traje y la ropa cuando llegó a Barcelona y tenía manchas de sangre. Y es que estábamos en los años cuarenta y entonces las cosas eran así. Todavía estaban recientes hechos como los de Paracuellos, en Madrid. Pero, volviendo a la pregunta, es cierto que lo que impresionó mucho a los militares que lo juzgaron -generales todos ellos, dado el rango del procesado- fueron las palabras finales que pronunció. Dijo que moría sin rencor y, para el caso de que un día cambiaran las cosas, añadió: "Tened en cuenta que sé que no me habéis juzgado voluntariamente, que no habéis sido librres". Me consta que uno de los integrantes el consejo no quería firmar la sentencia. Probablemente esto se podrá aclarar el día que tengamos acceso a los célebres archivos del Estado Mayor.
P. Ian Gibson recuerda que el general golpista Queipo de Llano agradeció en una de sus arengas radiofónicas que Companys dejara salir a 5.000 derechistas de la Cataluña republicana.
R. De la actitud y el talante de Companys da cuenta el propio Queipo de Llano. Desgraciadamente, del otro lado no salió ninguna expedición equivalente de republicanos, ni a Companys le tuvieron en cuenta su gesto durante el consejo de guerra.
P. ¿Qué pasaba en el otro bando?
R. En el otro lado se fusiló de manera sistemática a los cuadros. Eso lo utilizó Franco para estabilizar su sistema. Por eso no tenía interés en que la gente volviera del exilio. Él, encantado de que estuvieran todos fuera: los cuadros supervivientes, los intelectuales. Por eso Franco murió en la cama: con una policía que vigilaba mucho, con la población disidente controlada, ¿dónde iba a morir? Cuando fusilaron a Companys la censura impidió que la noticia se divulgara. Curiosamente, la única agencia que no pasaba censura, la de la Alemania nazi, fue la primera en dar la noticia. Aquí empezaron a correr historias y se construyó cierto mito.
P. Sí, se dijo que había muerto descalzo, pisando el suelo para sentir la patria catalana...
R. Y en cambio murió calzado con las mismas zapatillas blancas con las que lo detuvo la policía militar alemana en La Baule.
P. Pero parece que no murió de los disparos del pelotón, sino por el tiro de gracia del oficial que se hallaba al mando.
R. La descarga inicial no lo mató. Fue entonces cuando, al parecer, lo remató el oficial que estaba al mando del pelotón. También parece que un joven soldado quiso llevarse el pañuelo ensangrentado que llevaba Companys en el bolsillo de la americana, pero alguien de inteligencia militar lo vio y se lo hizo entregar. El presidente de la Generalitat murió con los ojos sin vendar y gritando "per Catalunya!".
P. La acusación le achacó el presunto fusilamiento del obispo tradicionalista Irurita.
R. Sí. Se fue a cosa hecha. Si hubiesen querido hacer realmente un juicio justo, habrían tenido que contar con los centenares de personas a las que les fue facilitada la salida de Barcelona.
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