Estos lodos
JOSÉ RAMÓN GINER Una de las noticias más preocupantes de las últimas semanas se publicó días pasados en las páginas de interior de los diarios de Alicante y pasó desapercibida para la mayoría de los lectores. Así, éstos no pudieron saber que en la ciudad de Alcoy se habían reunido los directores de las escuelas politécnicas de la provincia de Alicante para encontrar soluciones a la crisis que tienen planteada. El próximo curso, estas escuelas registrarán un descenso considerable en el número de alumnos matriculados, provocado por la caída demográfica y, especialmente, por el exceso de oferta y la duplicidad de las titulaciones. De mantenerse la situación, el futuro de estas escuelas se presenta complicado. Desgraciadamente, poco se puede hacer a estas alturas ante un descenso demográfico. Sin embargo, la sobreabundancia de la oferta y la duplicidad de las titulaciones eran problemas fácilmente evitables tan solo unos meses atrás. Hubiera bastado que el gobierno del Partido Popular actuara con sentido común a la hora de crear la universidad de Elche. No se quiso así, y se actuó de manera arrebatada e irreflexiva. El resultado está a la vista. No ha transcurrido aún un curso académico y comenzamos a sufrir las consecuencias de unas decisiones equivocadas. A nadie que siguiera con una cierta atención la discutida gestación de la Miguel Hernández, puede extrañarle que los directores de las escuelas politécnicas, especialmente los de Alcoy y Elche, estén preocupados por su futuro. Me encantaría escuchar en este momento las argumentaciones del diputado señor Maluenda, que tantas voces dio cuando se debatía la creación de la universidad de Elche. Quizá debiera explicar a los valencianos por qué su partido decidió implantar en esta ciudad unos estudios técnicos que podían cursarse a escasos kilómetros de distancia. Aunque, no sería extraño, conociendo la línea argumental que caracteriza al personaje, oirle decir que tal cosa se hizo para fomentar la competividad entre nuestras politécnicas y mejorar así la calidad de la enseñanza universitaria en la Comunidad Valenciana. Lo que asusta de estas decisiones del gobierno del Partido Popular es su inconsciencia y su arbitrismo. Da miedo advertir la irreflexión y la ligereza con las que se toman medidas que hipotecan el futuro de toda una comunidad, con la presunción de que una victoria en las urnas legitima cualquier despropósito y lo hace bueno. Y cuando, como ahora ocurre, la realidad se vuelve impertinente y obliga a reunirse a los directores de las politécnicas, buscando remedio al enredo provocado por los alegres decretos del Partido Popular, guardan silencio. Yo no me atrevería, ¡Dios me libre!, a reprocharle al señor Zaplana que actúe conforme a su ideología, si tal cosa sucediera en algún momento. Pero sí le rogaría que administrase algo mejor nuestros impuestos. Cuanto menos, que no los malgastara en sufragar giras de cantantes o en crear universidades pintorescas, que duplican innecesariamente las titulaciones. Un poco de prudencia en sus decisiones, no nos vendría mal a los valencianos. Al fin y al cabo, somos nosotros quienes pagamos sus facturas.
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