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Pensar en África

Emilio Menéndez del Valle

Cabe hoy día la posibilidad de leer un largo artículo sobre la «nueva África» y su habilidad para «transfundir nueva sangre económica en las arterias del comercio largo tiempo bloqueado por la esclerosis de la corrupción» sin una sola mención a los aspectos sociales de la cuestión. O sobre la «potencialidad del nuevo Congo pos-Mobutu como eje de negocios» sin referencia alguna a la composición tribal de la zona. Si echamos mano de la hemeroteca extranjera constataremos que un sinfín de expertos, sobre todo anglosajones, llevan un par de años exaltando a los «tigres africanos» o el «renacimiento de África». Sabemos, sin embargo, que la realidad no es tan de fábula, que es posible hablar al menos de dos Áfricas (la paupérrima y la menos pobre) y que la potencia de la imagen -y, por qué no, también la de la palabra escrita- nos recuerda casi a diario que no es oro todo lo que reluce.Es verdad que unos cuantos Estados africanos han logrado en los últimos tiempos muy destacados índices de crecimiento económico. No obstante, y dejando aparte el hecho de que raras veces se aborda el tema del reparto social de ese crecimiento (parece como si ello fuera fundamental únicamente en nuestras sociedades), suceden cosas en África que, como muy gráficamente se dice, echan para atrás. Por ejemplo, produce escalofríos escuchar al general que acaba de intentar un golpe en Guinea Bissau declarar sin ambages que o se atienden sus exigencias o «habrá un baño de sangre».

El aludido militar, Ansoumane Mané, había sido destituido por su supuesta implicación en contrabando de armas, algo, por cierto, muy frecuente en África. Pero ¿qué decir de Meles Zenawi y de Isaías Afwerki, respectivamente, máximos dirigentes de Etiopía y Eritrea? Miren su curriculum : cuando Eritrea era parte de Etiopía lucharon juntos durante 15 años contra el dictador etíope Mengistu. Los dos pertenecen a la misma etnia tigrinya y, tras vencer en 1991, negociaron la independencia de Eritrea, que tuvo lugar en 1993. Afwerki y Zenawi dirigen dos de los países más pobres de África y del mundo. Si bien recientemente con elevadas tasas de crecimiento (en 1996, Eritrea, 8%; Etiopía, 11,9%), los etíopes tienen una renta per cápita de 100 dólares, y los eritreos, de 200.

Si toda guerra es lamentable, las emprendidas entre países pobres constituyen una catástrofe. Antes de entenderse en 1993, etíopes y eritreos guerrearon durante 30 años a causa de la independencia de Eritrea. Dados los antecedentes y la buena sintonía entre los dos líderes, considerados de entre los más preclaros de África, conscientes ambos de que la lucha contra la pobreza es prioritaria, parecía imposible que Etiopía y Eritrea fueran a la guerra. Han ido.

Hay en África dos concausas principales de violencia: la lucha intertribal y lo que podríamos denominar la perversión del tiralíneas, ambas relacionadas. En el siglo XIX, los Gobiernos europeos que colonizaron el continente trazaron con un tiralíneas las respectivas zonas de influencia. Miren el mapa. Las fronteras de las colonias alemanas, francesas, británicas y otras fueron fijadas caprichosamente. A mediados del siglo XX, los distintos Estados irían obteniendo la independencia marcados por ese capricho. Etnias, tribus, clanes, a veces familias, quedaron separados por una línea heredada. Para evitar males mayores, los Gobiernos africanos acordaron que era mejor no modificar frontera alguna. A pesar de ello, más de 30 guerras han tenido lugar desde 1970. Sólo en 1996, en 14 de los 53 Estados hubo conflictos armados, lo que significa que más de la mitad de las muertes por guerra en el planeta han ocurrido allí, provocando más de ocho millones de refugiados, desplazados o retornados. Kofi Annan ha escrito que África necesita ayuda exterior, pero también ayudarse a sí misma. Cómo hacerlo es motivo de reflexión. Nelson Mandela, hombre ilustre y sensato, con 27 años de cárcel injusta a sus espaldas, ha dicho: «En la cárcel podía sentarme y pensar. La oportunidad de pensar es uno de los aspectos más importantes de la vida. Puede evitar serios errores». Un capricho no se remedia con otro. ¿Se sentarán a pensar los líderes de la «nueva África» antes de ir a la guerra?

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