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Cada patata, una decisión

El muro de Berlín estaba todavía en pie, pero visiblemente agrietado. Aquel año en Polonia -el mayor productor europeo de patatas, que aporta al mercado de ese tubérculo más toneladas de las que suman los actuales 15 miembros de la Unión-, la cosecha había desbordado las previsiones más favorables. El éxito en gran parte meteorológico se lo habían apuntado en su haber el Gobierno y el partido, que venían a ser casi indistinguibles. Pero siendo un producto perecedero y estando desaconsejada la naftalina, se imponía tomar medidas excepcionales para evitar que la victoria agrícola se transformara en derrota de podedumbre. Por eso, el primer ministro convocó al secretario general del Partido Obrero Unificado Polaco, traducción libre al idioma local del Partido Comunista, para solicitar una movilización voluntaria que permitiera salvar la situación. Con la gravedad requerida por el momento, el primer ministro dio las instrucciones sobre la tarea a cumplir. Era necesario clasificar la ingente cosecha. Las patatas de mayor calibre se destinarían a la exportación. Las de tamaño mediano, al consumo interior, y las más pequeñas se darían como alimento a los cerdos, tan apreciados en un país católico como Polonia. El secretario general hizo el encuadramiento de los voluntarios en unas horas, pero al día siguiente desalentado acudió a visitar de nuevo al primer ministro. Cuando estuvo a solas con él se limitó a decirle: "Camarada primer ministro, la tarea que se nos ha encomendado es imposible, cada patata, una decisión". El pasado sábado en la sede del diario Gazeta Wyborcza, el director, Adam Michnik, recordaba a sus colegas del 36º Congreso Internacional de la Asociación de Periodistas Europeos, convocado en Varsovia, la vigencia política de ese principio pese a los cambios experimentados.

Cayó el muro de Berlín: se cumplieron las transiciones hacia la democracia ahora en Polonia o antes en España, pero la tarea política sigue siendo imposible. Y, además, a quienes la llevan esforzadamente a cabo sólo se les retribuye con la ingratitud. Ésa es la impresión que se cobra cuando abandonando la mirada clara y lejos y la frente levantada se vuelve la vista al patio interior para contemplar, por ejemplo, el problema de la Junta del Principado de Asturias. ¿Quién -entre los hombres y mujeres de buena voluntad- no ha padecido viendo en TVE la imagen apesadumbrada del vicepresidente del Gobierno Francisco Álvarez Cascos rodeado de micrófonos inquisitivos y más aún si por el canal audio le escuchó cuando vino a decir aquello de "imaginen ustedes qué deberá estar sucediendo con el presidente asturiano para que, pese a la amistad personal y la afinidad política que nos une, el conflicto sea inevitable"? ¿Alguien duda cuánto más cómodo hubiera sido a nuestro vicepresidente Cascos abstenerse? Pero el vicepresidente tiene una cierta idea de Asturias, del Partido Popular y si me apuran de España, y a ellas se sacrifica como lo ha venido haciendo aunque tantas veces reciba como premio la ingratitud de tantos. Otro tanto cabe decir del secretario de Estado de Comunicación azacaneado en sus infatigables labores de portavoz del Gobierno. Miguel Ángel Rodríguez bien podría haberse labrado un nombre prestigioso en la literatura de ficción. Así lo han reconocido los críticos con rara unanimidad, si se exceptúa a Gregorio Morán en La Vanguardia. Todos coinciden en señalar que nuestro novelista apunta excelentes maneras, y si a Morán le disgusta también le disgusta Ortega y Gasset, sin que por ello nadie pueda cuestionar su sitio en la historia del pensamiento y de la literatura. Además, cuando calla el portavoz acaban por oírse otras voces más estridentes con el inconveniente de que no pueden ser desautorizadas. Esos diputados del grupo parlamentario del PP que andan pidiendo la dimisión de Rodríguez ignoran cuánta proporción de su propio escaño le deben. Y mientras, Rodríguez, enfrentado a una cosecha como la de Aznar, se encuentra atrapado como los camaradas políticos de la grandiosa cosecha en esa imposible tarea de "cada patata, una decisión".

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