Museos
Casus belli, y nunca mejor dicho. Porque es para ponerse en pie de guerra, dialéctica, desde luego, la mera sospecha, que es posibilidad cierta, de que Madrid pierda su más antiguo museo, el del Ejército, como consecuencia de la ampliación del Museo del Prado.El museo, creado por Manuel Godoy en 1803 y proyectado ya en 1756, tiene su sede desde 1841, cuando el general Espartero era regente, en el salón de Reinos del antiguo palacio del Buen Retiro. La colección de armas va desde la antigüedad hasta las últimas guerras. Hay planos y maquetas de fortificaciones y obras de ingeniería militar. Y curiosidades históricas, como la tienda de campaña de los Reyes Católicos, el pendón de Carlos I o espadas de renombrados capitanes. Cosas de gran interés para los investigadores o para los amantes de la historia no sólo de España, sino del mundo, sin excluir a los que pensamos que donde mejor están esas cosas es en ese museo y no deberían usarse nunca más.
Desnudar a un santo para vestir a otro es lo que parece que quiere hacerse para ampliar el Prado. La gran pinacoteca, que sólo en parte puede exponerse ahora, se extenderá, según dicen, al claustro de los Jerónimos y a este salón de Reinos que se salvó de la demolición del palacio de los Austrias. Según todos los indicios, a los responsables de esta operación no se les ocurre otra cosa que desmantelar el Museo del Ejército y llevarlo a Toledo. Las entidades y fundaciones cívicas han puesto, con toda razón, el grito en el cielo. No tienen nada contra Toledo, quisieran verlo enriquecido con otras colecciones históricas que hoy están dispersas y no tienen sede propia. Pero dicen, ¿por qué ha de alhajarse Toledo a costa de Madrid?
Para ampliar el Prado no es necesario que Madrid pierda nada de lo que tiene, y menos aún su más antiguo museo. Incomprensiblemente, el Ayuntamiento calla y otorga. Ojalá que esta vez la ciudad no se resigne a salir perdiendo sólo por la promesa de que va a ganar algo. Lo que Madrid tiene de bueno, ¿por qué no ha de quedar como está?
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