Tomar la palabra
La Universidad de Sevilla recopila en una publicación los versos de siete estudiantes de Filosofía
CULTURAANA SÁNCHEZ-BARRIGA PABLO GUTIÉRREZ, Sevilla "No soy pretencioso y estoy aprendiendo, probándolo todo". Van a tomar la palabra. Siete Islas, una obra ecléctica con siete voces diferentes y siete intenciones. Quieren tomar la palabra porque, a pesar de la apatía, a pesar del vértigo y del ruido, ellos tienen aún algo que decir. "Me he dado cuenta de que a veces se intentan las cosas y salen bien", dice Juanjo. La aspiración de todo joven escritor es ver impresas sus palabras, pero los trámites a seguir y, sobre todo, el dinero necesario para acometer la empresa, suelen impedir las primeras incursiones. La Universidad, por su aparatosa burocracia, no parece, en principio, el cauce más apropiado para dar salida a estas expresiones. Sin embargo, hay veces que la osadía prospera frente a la indiferencia. El pasado 12 de mayo Juan José González presentó en la Asamblea de Alumnos de Filosofía un proyecto ambicioso: consistía en la publicación de un libro que recogiese los poemas iniciáticos de algunos de sus compañeros. "Buscaba la forma de sacar a la luz los poemas que yo escribo y que pensé que otros también escribirían". El proyecto, que se hará realidad en breve, fue aceptado. Se acordó la publicación de 100 ejemplares que se distribuirían por librerías y bibliotecas universitarias de Sevilla. Sólo quedaba entonces encontrar a los poetas. "Supuse que iban a lloverme solicitudes, pero lo cierto es que sólo unos cuantos se pusieron en contacto conmigo, y al final decidimos que todos podíamos entrar en el libro". Así se conocieron Fernando Moreno, Manuel Olivares, Eugenia Curto, Emilio Fernández-Andes, José Manuel Turdio, Juanjo González y José Manuel Moreno; no tienen nada en común, no comparten estilos ni influencias, por eso son Siete Islas. "El título refleja que todos tenemos estilos diferentes. Propusimos que no hubiese ni un estilo ni un tema determinado". Sus lecturas no pueden ser más opuestas. Emilio se confiesa admirador de Borges y de Pessoa, aunque esto no se traduce en influencias constatables en sus versos. Eugenia, Eu, aprecia la poesía social, pero también se muestra reacia a perderse en estéticas pasadas (Luchando voy con mi armadura de plata. / Cubierta voy con mi coraza oxidada). Lee a autores muy actuales, como David Pastor Vico, joven poeta que escribe el prólogo de este libro. Fernando dice que su obra sería "un poemario", acaso sin unidad, pero con más emoción, más directo. Juanjo se inclina por la Poesía de la Experiencia; lee a Gil de Biedma, Vicente Gallego y Felipe Benítez Reyes, y asegura que quiere "recoger en poesía aquello que cada uno intuye por su cuenta, y expresarlo lo más sencillamente posible". Son jóvenes, y sería presumible que quisieran innovar, quemar las naves; sin embargo, aseguran que no pretenden romper con nada. Para Emilio estos son años de experimentación y aprendizaje, quiere probarlo todo y leerlo todo, sin que le comprometa, sin que nada le manche. La expresión y la plástica del teatro son un espejo para Eu, mientras que Emilio afirma orgulloso que la televisión es la manifestación artística que más le influye. Es posible, al leer este libro, que que se saque la impresión de que no aporta referencias ni estilos nuevos, porque, como ellos mismos reconocen, en sus palabras no se busca la ruptura. No corren buenos tiempos para el tópico del joven vanguardista. La velocidad del fin de siglo, la abulia, la desidia y la incomunicación de las comunicaciones a distancia parecen necesitar de una réplica artística basada en la creatividad desvergonzada. Pero ninguno de estos poetas recurre a la excentricidad, al feísmo de la palabra, el impacto o la afectación para vencer la indiferencia. Quizá sea Emilio el único que se distingue del resto con descaro, y demuestra un verso libertino y en ocasiones maleducado de tan ingenioso: "Mozalbetes adscritos a la insistencia... ¡Alabados! (...) Repelidas como putas, las palabras...". Aires de poesía en la Universidad, aunque sólo sean siete islas, un atolón en medio de un océano académico.Los autores de este texto y la foto que lo ilustra son Pablo Gutiérrez Domínguez y Ana Sánchez-Barriga Morón, estudiantes de Periodismo de la Universidad de Sevilla.
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