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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Golpe de efecto

FUJIMORI HA vuelto a dar un golpe. Esta vez de efecto, al nombrar primer ministro a Javier Valle Riestra. Es una decisión cargada de riesgo para el presidente peruano, pues si el polémico abogado, defensor de los derechos humanos y las libertades, no logra introducir las reformas que propugna, ha prometido públicamente abandonar el Gobierno. Con lo que Fujimori perdería lo que ha intentado ganar.Nadie preveía este nombramiento de una personalidad en las antípodas de lo que representa Fujimori en política. Tanto que la inspiración parece venir más del rasputín peruano, Vladimiro Montesinos (brazo derecho de Fujimori), que del propio presidente. Es evidente que Fujimori intenta con Valle Riestra lavar la cara de su régimen, frenar las condenas cada vez más numerosas por las violaciones de derechos humanos perpetradas por el régimen peruano y romper su aislamiento internacional. Son muy diferentes, pero ambos parecen coincidir y admitir que se utilizan mutuamente: el uno busca un marchamo que por sí solo nunca podría lograr; el otro cree que puede lograr progresos en las libertades y los derechos humanos. Valle ha considerado que su nombramiento era un «segundo golpe», esta vez a favor de la democracia.

Las primeras decisiones y declaraciones de Valle Riestra han sido sonadas, y auguran posibles conflictos entre el primer ministro y el régimen: ha procedido a la puesta en libertad de detenidos no juzgados, ha anunciado indultos para otros condenados por irregulares tribunales sin rostro y ha criticado el hecho de que Fujimori pueda presentarse a otra tercera elección en el año 2000. Está por ver cuánto tiempo resiste el nuevo primer ministro en esa extraña cohabitación -por voluntad presidencial- bajo un régimen que, por ejemplo, ha hecho intervenciones arbitrarias contra los medios de comunicación independientes, o configurado a su medida la Corte Suprema. La militarización de la justicia, que Valle Riestra ha condenado abiertamente, ha avanzado tanto que ha destruido las bases de las garantías judiciales. Hace ahora casi un año que el Gobierno decretó una norma por la que los tribunales militares pueden juzgar a ciudadanos civiles, favoreciendo la delación y la figura del arrepentido, con el pretexto de combatir la delincuencia organizada.

Fujimori ha buscado una doble carambola. Junto al intento de recuperar la credibilidad perdida con vistas a las elecciones del año 2000, el presidente ha encontrado también un nuevo interlocutor con el objetivo de facilitar las negociaciones de Perú con Ecuador sobre el contencioso territorial en su zona fronteriza, hasta ahora encalladas. El nuevo primer ministro es un conocedor del tema, aunque sus primeras declaraciones no hayan sido precisamente diplomáticas, al criticar el «militarismo» del país vecino y el «armamentismo» peruano. El proceso negociador se encuentra en una etapa decisiva que ha de llevar a la recta final o al fracaso, después de los intentos mediadores del presidente brasileño, Cardoso, o de los esfuerzos de otros países garantes de un posible acuerdo, incluido Estados Unidos, cuya dimplomacia ha estado muy activa al respecto.

Pero el nombramiento de Valle Riestra tendrá que dar más frutos antes de que resulte creíble. No es una apertura a la oposición, sino a una personalidad independiente, antiguo militante de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). El efectismo de la decisión de Fujimori no disimula, sino todo lo contrario, su autoritarismo intrínseco, mientras prosigue la represión contra los críticos. Fujimori ha buscado un balón de oxígeno. Pero si la presión aumenta, el balón puede llegar a estallar.

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