_
_
_
_
FERIA DE SAN ISIDRO

La bravura y su espejismo

Al quinto victorino le dieron la vuelta al ruedo por su bravura, y de esa bravura y de esa vuelta al ruedo habría mucho que hablar. Porque una cosa es la bravura y otra el espejismo de la bravura.El público estaba empeñado en que ese quinto victorino fuera bravo mientras el toro estaba empeñado en demostrar lo contrario. El toro, durante la prueba de varas, no tuvo inconveniente en manifestar públicamente que la bravura no era lo suyo. Aceptó dos puyazos y, para el tercero, lo colocaron lejos. Ahí se habría de ver lo que es bueno. El picador lo citaba, adelante y atrás el caballo, voces de ¡je!, arriba la vara, pero ni por ésas.

El toro no sólo no se quería arrancar sino que reculaba, desparramaba la vista, miraba para otro lado por si venían mejor dadas. A las mil, el matador procedió a corregir distancias y entonces, ya cerca el objeto a batir, el toro se arrancó. El picador le señaló un picotazo al que no reaccionó codicioso creciéndose al castigo, como cabría esperar de un toro bravo.

Victorino / Caballero, Tato, Liria

Toros de Victorino Martín, desiguales, con trapío, encastados y nobles; 5º. premiado con vuelta al ruedo.Manuel Caballero: estocida corta tirando la muleta (pitos); estocada ladeada (escasa petición, ovación y salida a los medios); pinchazo hondo, rueda de peones y estocada ladeada tirando la muleta (oreja). El Tato: pinchazo hondo, rueda de peones y tres descabellos (pitos); media perpendicular (palmas y también pitos cuando saluda); pinchazo, estocada corta, rueda de peones y descabello (algunos pitos) . Pepín Liria: cogido por el 3º, sufre lesiones de pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 5 de junio. 30ª corrida de abono. Lleno.

Más información
Liria, herido en la cabeza de pronóstico reservado

Cambiado el tercio el picador se marchó en medio de una de las ovaciones más clamorosas que se hayan oído en la feria. Los banderilleros también recibieron estruendosos aplausos y hubieron de saludar montera en mano. La faena de muleta de Manuel Caballero fue oleada -tal cual solían describir los antiguos revisteros- y varios de sus pasajes, principalmente los que desgranó a izquierdas, provocaron el delirio.

La verdad es que Manuel Caballero cuajó una faena arrojada e intensa, no siempre templada ni ligada, con algunos naturales de excelente factura, sobre todo cuando embarcaba al toro dándole los adentros. Porque el toro supuestamente bravo, para los adentros iba de maravilla, mientras para las afueras se sentía incómodo y lo traducía en asperezas.

Pese al defectuoso matar, la faena se premió con oreja. Pese al discutible embestir, le dieron al toro la vuelta al ruedo. El triunfalismo, tan cohibido durante toda la feria, pudo explayarse al fin y acabó reventando.

La verdad es que reventó de placer. No había más que ver en el público las caras de felicidad y de emoción. A algunos los ojos les hacían chiribitas. Ya era hora, poder sentirse plenamente satisfechos tras las múltiples frustraciones padecidas en el transcurso de la inmensa feria. Y en la propia corrida de los victorinos también, porque no iba buena y hasta hubo un desgraciado accidente.

A Pepín Liria le cogió el tercero de la tarde. Le cogió como cogen los toros a los toreros auténticos: engendrando un natural con todas las de la ley. La voltereta resultó espeluznante y aunque no sufrió cornada seria, llevaba lesiones en la cabeza que le impedían continuar la lidia.

Se hizo cargo del toro Manuel Caballero, para matarlo, según dictaba el sentido común y aconsejaba el respeto al compañero herido, mas el público se lo impidió. Este nuevo público que se asoma a los toros por San Isidro tiene un sentido pragmático de la fiesta y lo que quiere es ver pases, amortizar el dinero invertido. Caballero atendió sus deseos y le dio gusto mediante una larguísima faena, voluntariosa y variada, mucho mejor de lo que merecía la escasa fijeza del victorino.

Condonaba así Caballero la deuda que tenía contraída por haberse dejado ir sin torear al victorino que abrió plaza, un cinqueño terciado que sacó encastada nobleza y humillaba horrores. No fue el único. En cuestión de humillaciones y encastamientos los victorinos dieron una exhibición, que equivalía a ofrecer a los toreros el triunfo en bandeja. No lo aprovecharon, sin embargo. Caballero en aquel primer toro (sólo ese; luego se enmendó); El Tato en los tres de su lote, que toreaba con el pico, fuera de cacho, sin ligar los pases.

La reiterada vulgaridad resaltaba la nobleza de los toros, el público tomó partido por ellos, y su ferviente deseo era glorificarlos. Y llegó la ocasión. Si se ha dicho que no hay quinto malo, ése tenía que ser. Y le aclamaron. Y le dieron la vuelta al ruedo. Y a muchos los ojos les hacían chiribitas. Y el ganadero se fumaba un puro en la contrabarrera, tan serrano.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_