El Koldo Mitxelena refleja a través de la obra de siete autores el influjo de Oriente en el arte occidental
En las paredes de la sala de exposiciones del Koldo Mitxelena cuelgan desde hoy obras del pintor mallorquín Miquel Barceló, trabajos del italiano Francesco Clemente y del americano Bill Viola, entre otras propuestas englobadas dentro de la muestra Orientalismos, que abre esta noche sus puertas al público. Se trata de una exposición que ahonda en los valores de los países de Oriente y revela un significado más completo según se acerca a la Ganbara del edificio. En este ático se ha organizado otra exposición, Marco Polo, que despierta en el espectador las sensaciones que asaltaron al gran viajero. Orientalismos incluye tapices, obras pictóricas o audiovisuales de Occidente, que llevan la huella inequívoca de Oriente. Propone una selección de trabajos de siete artistas y pequeños textos de escritores que han descubierto nuevas fuentes de inspiración en otras culturas y han abierto su alma a otros pueblos, desde el respeto y el compromiso, según la comisaria de la muestra, Gloria Picazo. Éste es el caso de Miquel Barceló, quien estará presente esta noche en el acto de apertura de la exposición. El pintor mallorquín presenta en el KM una serie de trabajos que reflejan sus estancias en Malí, donde siempre trabaja en estrecho contacto con la naturaleza. Se aprovecha de materiales y pigmentos autóctonos para esbozar dibujos de pequeño formato, que luego le sirven para realizar grandes composiciones como las que se exponen a partir de hoy. En el trasfondo de estas obras existe, según Picazo, "la influencia que tuvo en Barceló el viaje que el escritor Gustave Flaubert efectuó navegando por el Nilo". De hecho, algunos autores de Orientalismos buscaron nuevas experiencias en estos países por sus "inclinaciones literarias", según Picazo. En otros casos lo que "motivó su huida y el vuelco en su actividad creativa fue su exclusivo interés de llegar al trasfondo de la vida en Oriente". En las obras de Francesco Clemente se aprecia una clara influencia de la cultura hindú. Su pintura está plagada de símbolos e ideogramas y en sus cuadros se abandona lo conceptual para evolucionar hacia una pintura figurativa. Tapices de Pakistán Alighiero Boetti se decanta por los tapices realizados en Pakistán, en los que, según Picazo, existe "un trasfondo de pensamiento muy fuerte. Estuvo muy interesado por el sufismo". Los tapices, con colores fuertes, sirven para dar cuerpo a refranes en árabe. Lo mismo que la alfombra ubicada en medio de la sala de exposiciones. El norteamericano Bill Viola deja su testimonio en vídeo. Presenta una cinta, que trata sobre el nacimiento y la muerte, la luz y la oscuridad. Y Wolfgang Laib muestra su inquietud por las religiones y filosofías orientales en sus instalaciones. En las mismas utiliza materiales simples: cuencos con arroz, polen, que recoge él mismo cada primavera, para llegar, según la comisaria de la exposición "a los valores más esenciales". Y Marina Abramovic y Ulay que en 1988 iniciaron simultáneamente, por los dos extremos, una travesía por la muralla china, dejan en esta muestra un testimonio de su trabajo conjunto: los restos de una performance que realizaron antes de separarse. Así, en la sala se presenta una mesa desmontada, sobre la que en su tiempo se situaban en silencio para meditar ante el público. Orientalismos no acaba en la sala de exposiciones. A través de un dragón oriental se desplaza hasta la Ganbara. Este espacio acoge al espectador entre rojos intensos y mapas sugerentes que invitan a seguir el viaje que realizó Marco Polo en el siglo XIII. Maletas de viaje y especias dan rienda suelta a la imaginación.
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