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El Ayuntamiento de Pamplona edita un libro con 108 fotografías históricas inéditas de los encierros

Los encierros en blanco y negro han estado durante décadas escondidos en álbumes familiares. Ahora, cuando la televisión retransmite en directo a todo el mundo y a todo color el filo de la tragedia diaria de los Sanfermines, sale a la luz otro encierro ya olvidado: el encierro del pueblo de Pamplona, silencioso, añejo y bellísimo. El trabajo es de dos periodistas navarros, Fermín Erbiti y Javier Manero, que han rescatado de los álbumes particulares de muchos corredores y coleccionistas 108 imágenes inéditas del acto festivo más mundialmente famoso de Navarra: el encierro.

Encierros en blanco y negro, es un trabajo editorial del Ayuntamiento de Pamplona y Caja Pamplona que prepara ya el ambiente de unas fiestas próximas. La obra recoge una selección de 108 fotografías del encierro realizadas en muchos casos por fotógrafos anónimos entre los años 1912 y 1980 y jamás publicadas hasta ahora. Sus autores revisaron más de 2.000 fotografías en blanco y negro aportadas por coleccionistas particulares y seleccionaron un nutrido grupo de bellas estampas alejadas del clásico drama. "El libro nos enseña un encierro previo a la apoteosis mediática de la televisión, alejado de la masificación y con estampas inéditas", indicó ayer Fermín Erbiti durante la presentación de la obra. A través de las imágenes, no obstante, se comprueba que la temeridad, el riesgo gratuito o el más puro esnobismo formaban ya parte de aquellos primeros encierros del siglo. Correr con traje y corbata, llevando un paraguas abierto, citar a los toros con una txapela a modo de capote, correr en sentido contrario a la manada, realizar fotografías desde el mismo coso de la Plaza de Toros o tirar del rabo de los morlacos eran ya actitudes que quedaron fijadas para siempre en estas fotografías. El libro incluye fotos inéditas de encierros con ocho toros o con simples novillos, un montón humano formado de corredores caídos en plena Estafeta, toros corriendo al revés. Muchas de ellas son imágenes inimaginables para los espectadores del masificado encierro de hoy en día, un acto imitado en todo el mundo y que hasta 1843 desembocaba en la actual Plaza del Castillo, usada entonces como plaza de toros y cuyos palcos eran los balcones de las propias casas circundantes. En 1844 se construyó la primera plaza de toros de la ciudad y el gran aforo de la misma, 8.000 localidades, da idea del interés que suscitaba la lidia cuando el encierro era un simple acompañamiento sin importancia en el que seguía habiendo jinetes y jóvenes armados con garrochas. Pero estos desaparecieron poco a poco para ser sustituidos por los primeros corredores fotografiados durante los encierros. Carreras de adoquín en los que apenas aparecen unas docenas de valientes ataviados con alpargatas, blusones y txapelas. En todo el recorrido gráfico por la historia de un acto que apenas acaparaba un par de imágenes en la prensa local antes de que el escritor estadounidense Ernest Hemingway y la televisión lo lanzaran a la fama mundial, sólo hay una concesión al dramatismo. La primera cogida mortal, ocurrida el 13 de julio de 1924, fue captada en una bellísima imagen fotográfica en la que se aprecia el momento en el que un toro de Santa Coloma cornea mortalmente al joven de 22 años Esteban Domeño.

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