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DUELO NUCLEAR EN ASIA

China se apoya en Pakistán para frenar a India como potencia militar en Asia

El primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, tenía buenas razones el pasado viernes, al anunciar las pruebas nucleares, para expresar el «orgullo» que para su país representa tener a China como «gran vecino». Desde el estallido de la crisis en el sur de Asia, Pekín no ha dejado de brindar su amistad a Islamabad en nombre de una solidaridad estratégica que data de la guerra fronteriza de 1962 entre India y China.

Pakistán y China han estado en contacto en los últimos días e incluso el embajador de Pekín en Islamabad fue puesto al corriente de la inminencia de las pruebas nucleares. Pocos días antes, una delegación militar china encabezada por el general Shi Yunglong, director de la Escuela de Ingenieros del Ejército Popular de Liberación (EPL), efectuó una visita a Pakistán. Y el 19 de mayo, el secretario de Asuntos Exteriores paquistaní, Shamshad Ahmed, se encontraba en Pekín para sondear las intenciones chinas tras las explosiones nucleares de India.Esta cercanía entre ambos países explica en buena medida la suave reacción china ante las pruebas nucleares de Pakistán -Pekín se ha limitado a expresar su «profunda preocupación», mientras achacaba a India la responsabilidad inicial-, así como sus maniobras dilatorias en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para evitar una condena demasiado severa para Islamabad.

La lealtad china a la causa paquistaní se manifiesta regularmente en la prensa oficial de Pekín, cuyos editoriales no cesan de fustigar las ambiciones «hegemónicas» de India. La invectiva más virulenta pudo leerse el pasado 19 de mayo en el diario oficial del Ejército: «Desde su independencia, India mantiene una línea militar expansionista. Mientras otros países han aprovechado el final de la guerra fría para impulsar su desarrollo económico, India ha intensificado su rearme y se prepara para la guerra. Su objetivo estratégico es dominar el sur de Asia, contener a China, controlar el océano Índico y afirmarse ante el mundo como una potencia militar».

Todavía es demasiado pronto para saber qué papel preciso ha desempeñado China en las consultas que precedieron a las pruebas nucleares paquistaníes. ¿Intentó Pekín disuadir a Islamabad de replicar a las explosiones indias? ¿O se limitó a deja hacer a Pakistán, a fin de restablecer el equilibrio estratégico en el sur de Asia? La segunda hipótesis parece más ajustada a las preocupaciones actuales de Pekín, que considera esencial lanzar una advertencia a Nueva Delhi. Pero a China también le interesa que la escalada nuclear no degenere en una proliferación de armas atómicas que podría volverse en su contra. Tras las explosiones llevadas a cabo por India, Corea del Norte ya amenazó, a través de su embajador en Pekín, con reanudar su programa nuclear, supuestamente congelado desde 1994. Un paso de Pyongyang en este sentido podría conducir a Tokio a la carrera atómica, algo que Pekín quiere evitar a cualquier precio. Estratégicamente situada entre el sur y el noreste de Asia, los dos principales focos de inestabilidad nuclear en la actualidad, China va a tener que desempeñar un papel protagonista en las grandes maniobras diplomáticas que se preparan en torno a la no proliferación de armas atómicas. Esta cuestión estará sin duda en el centro de la visita que el presidente norteamericano, Bill Clinton, va a afectuar a Pekín a finales de mes. Hasta ahora, Estados Unidos ha fracasado en su empeño de convencer a China -que supuestamente suministra equipos militares a países como Irán y Pakistán- de que suscriba el convenio que regula el control de tecnología sobre misiles. Las ambigüedades de China han vuelto una vez más a quedar en evidencia en una información publicada el pasado viernes por el diario israelí Haaretz, en la que se afirma, citando fuentes estadounidenses, que Pekín ha enviado recientemente a Teherán un cargamento de de acero susceptible de ser utilizado en la fabricación de misiles. Le Monde / EL PAÍS.

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