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Tribuna:EL DEBATE SOBRE LA FISCALIDAD
Tribuna
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¿Porqué a la izquierda no le gusta la reforma del IRPF?

El autor sostiene que la izquierda se equivoca al oponerse al nuevo enfoque del impuesto, porque éste no afecta ya a los contribuyentes de mayores ingresos

Antón Costas

El Gobierno del Partido Popular ha presentado un proyecto de reforma del IRPF que, en esencia, y en lo que aquí me interesa, consiste en la reducción de los tipos marginales máximo y mínimo que gravan las rentas que tributan por este impuesto y en algunos otros cambios en las deducciones y en la gestión del impuesto que previsiblemente reducirán la presión fiscal por este impuesto.Los partidos de izquierda y las organizaciones sindicales rechazan esta reforma por motivos de equidad en el reparto de la carga tributaria. Al margen de argumentos relacionados con la inoportunidad por razones económicas y de compromisos con el euro, el argumento básico para rechazar esa reforma es que constituye una "rebelión de los ricos" contra el impuesto. Un segundo argumento es que la reforma, en la medida que disminuye los ingresos por ese impuesto, constituye una amenaza para el mantenimiento del gasto social.

Probablemente este rechazo responde, en parte, a un lógico cálculo político de los partidos de la oposición dirigido a restar apoyo social al Gobierno. Pero tengo la impresión de que ese rechazo responde también a posiciones doctrinales en materia tributaria que no se corresponden con la realidad actual de nuestro sistema fiscal.

La izquierda, a mi juicio, se equivoca en la elección del frente de ataque a la reforma del IRPF propuesta por el Gobierno. Tengo la impresión de que en vez de estar diseñando una estrategia de ataque contra una medida del rival, lo que está construyendo la izquierda es una línea de defensa propia alrededor de viejos dogmas tributarios que poco tienen que ver con la realidad actual del impuesto sobre la renta y con la equidad que, en cualquier caso, hay que defender para el sistema fiscal español en su conjunto.

El primer error de esta estrategia proviene de situar el debate sobre la equidad de los impuestos en España en el seno del actual IRPF. Los ricos, si los hubiere, que los hay, no están en el IRPF. En la actualidad el 80% de toda la recaudación por este impuesto procede de la renta del trabajo por cuenta ajena, sujeto a retención en origen. El resto de las fuentes de renta (el trabajo por cuenta propia de los profesionales y autónomos, las actividades que declaran por módulos, las rentas del capital, los propietarios de recursos naturales) sólo aportan el 20% de la recaudación por el impuesto de renta. Por tanto, el IRPF no es lo que su nombre dice, un impuesto sobre la renta de las personas físicas, sino simplemente un impuesto sobre la renta del trabajo asalariado, sean salarios más bajos o más altos, pero salarios al fin.

Si la izquierda se empecina en situar la división entre ricos y pobres en España en el seno del IRPF se equivocará. Pero no se trata sólo de una equivocación intelectual, sino de un error estratégico con consecuencias políticas. Se estará tirando piedras contra su propio tejado, porque la mayor parte de sus votantes y simpatizantes siguen siendo "personas físicas" que tributan por el IRPF. Los ricos no tributan por este impuesto.

El segundo error que cometen es situar el debate sobre la progresividad del sistema fiscal español en los tipos marginales del IRPF. Si en el IRPF sólo hay, básicamente, rentas salariales, empecinarse en una progresividad marginal elevada significa castigar especialmente a las clases medias, que constituyen las bases sociales del centro político. Y esto es volver a tirar piedras contra el propio tejado.

¿Por qué se considera que el 56% de tipo marginal sobre la renta del trabajo dependiente es una buena medida de la progresividad? ¿Por qué no el 63%, o el 53%, que es lo que había decidido el Gobierno socialista antes de aumentarlo por motivos de recaudación y de equidad? ¿Existe algún criterio sensato de equidad que nos permita fijar el límite máximo de la progresividad en el IRPF?

Yo pienso que existe un criterio claro y equitativo para fijar el tipo marginal máximo. No es aceptable que del aumento de renta que obtiene un individuo como resultado de su propio esfuerzo alguien se lleve una proporción mayor que la que él obtiene.

La equidad en la tributación de las rentas del trabajo tiene que apoyarse en el criterio de que nadie puede llevarse más proporción de la renta que el que hace el esfuerzo para obtenerlas. No como ahora, que el que hace el esfuerzo se lleva en el límite el 44%, y el sector público, que simplemente se aprovecha de ese esfuerzo, se lleva el 56%. La equidad exige que el que hace el esfuerzo se lleve al menos el 50%. Pienso que esto es lo equitativo y lo sensato. Y, por cierto, esto es lo que ha dicho en sentencia reciente el Tribunal Constitucional alemán.

Los tipos marginales elevados en el impuesto sobre la renta de las personas físicas han sido el factor que ha expulsado a los ricos del impuesto sobre la renta de las personas físicas y ha contribuido a la pérdida de flexibilidad y caída de ingresos que se viene observando en este impuesto en los últimos años. Decía Francisco Fernández Ordóñez que él ya no tenía amigos que fuesen personas físicas, que todos se habían transformado en personas jurídicas.

Un conocido empresario, honesto con sus responsabilidades tributarias, pero lógicamente interesado en el uso racional de las economías fiscales que le permite nuestro sistema fiscal, me decía hace poco: te veo preocupado por el IRPF, pero "ése no es mi impuesto". Ésa es la realidad española. El actual sistema fiscal permite a los ricos salir del IRPF. En el impuesto sólo se han quedado los que no tienen otra alternativa. Y éstos, en su mayoría, son los que obtienen sus rentas de trabajo asalariado.

La izquierda tiene que redefinir su estrategia respecto al sistema fiscal y de la progresividad del IRPF. El tipo marginal efectivo en sociedades no llega al 19%. Y lo mismo sucede con la presión fiscal efectiva de los que tributan en el IRPF por rentas del trabajo personal, autónomos y por rentas del capital. Ahí es donde hay que situar el debate sobre la equidad y los ingresos adicionales que hagan que la reforma del IRPF no ponga en peligro el mantenimiento de los gastos sociales. Lo demás es tirar piedras contra el propio tejado y hacer el juego a los "ricos", que ya están muy contentos de que el debate sobre la equidad y la progresividad se sitúe en el seno de las rentas del trabajo asalariado.

Antón Costas Comesaña es catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona.

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