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EE UU quiere ampliar el radio de acción de la OTAN

Xavier Vidal-Folch

EE UU ha lanzado un nuevo reto a sus socios militares. La Alianza Atlántica del siglo XXI no debe limitarse a asegurar el apoyo mutuo entre los Dieciséis frente a una -cada vez menos probable- agresión frontal procedente del exterior. Debe convertirse en la palanca favorita para intervenciones que contrarresten amenazas «surgidas desde más allá del área noratlántica». Así lo propuso la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright. Albright se dirigió a sus colegas de la OTAN durante la reunión ministerial de Asuntos Exteriores que concluyó ayer en Luxemburgo.La secretaria de Estado norteamericana habló ayer en Luxemburgo con la libertad que otorgaba una sesión parcialmente dedicada a la tormenta de ideas sobre el futuro «concepto estratégico» de la Alianza Atlántica, una vez desaparecido el enemigo soviético. Esa nueva filosofía político-militar deberá aprobarse el mes de abril de 1999 en la cumbre del cincuentenario, que se celebrará en Washington.

Para la secretaria de Estado estadounidense, las tareas de la Alianza Atlántica no concluyen en culminar la integración europea y preservar el vínculo transatlántico, sino que debe «establecer mecanismos para que América y Europa persigan más eficazmente sus objetivos comunes en Europa y más allá» de ella. Al ratificar la ampliación a húngaros, checos y polacos, los senadores de Estados Unidos «han decidido no solamente mantener nuestro compromiso para la seguridad de Europa, sino también extenderlo».

La defensa mutua a que obliga el artículo quinto del Tratado de la Alianza, en caso de agresión a la integridad de uno de los socios -el todos para uno, uno para todos de los mosqueteros-, está cambiando, a ojos de Albright, su propia naturaleza. Las afrentas a un socio pueden venir ahora de muy lejos: «Las amenazas que no son de artículo quinto pueden convertirse en amenazas de artículo quinto si no se afrontan rápidamente», advirtió, aludiendo a los efectos de las explosiones nucleares o los conflictos étnicos originados a miles de kilómetros de los Dieciséis. Las pruebas atómicas realizadas en los últimos días por India y Pakistán vienen ahora al pelo para apoyar esta propuesta.

No a una «OTAN global»

Contra lo que se le critica, Albright dijo que no postulaba una «OTAN global», convertir a la Alianza en un gendarme mundial. Pero se aproximó mucho a eso. Recordó que Dean Acheson, su antecesor en el cargo con el presidente Harry Truman en la guerra fría, declaró, al aprobar en 1949 el Tratado fundacional de la Alianza, que éste «nos permite acudir juntos a enfrentarnos a las amenazas comunes que puedan emanar desde más allá del área noratlántica» y no sólo de la estricta defensa colectiva. «Si algún día se necesita una acción militar común para proteger los intereses vitales aliados, la OTAN debiera ser la institución que habría que escoger», pues «sería estúpido no utilizar» el mando común y la cooperación de medio siglo, concluyó. Se trata de que la Alianza ampliada «proyecte una sensación de seguridad más ampliamente alrededor del globo». Se trata de elevar más claramente a regla la excepción que supuso el caso de la intervención en Bosnia.Las tesis de Albright parecieron colar sin dificultad, aunque ahora sus colegas deberán concretar sus posibles aplicaciones prácticas. Pero la secretaria de Estado no se limitó a ellas. Entonó un cántico a la integración europea, que «América siempre ha respaldado» y aseguró su «apoyo a la creación de la moneda única».

Se permitió incluso meterse, como nunca antes, por escrito, en camisa de once varas, la de la Unión Europea, asegurando «confiar en que este proceso (de ampliación) abarcará a otros países de la Europa central, así como a Turquía», la vieja presión de la diplomacia estadounidense sobre los miembros de la Unión.

Y, libre ya de miedos por las críticas senatoriales a la ampliación de la OTAN, abandonó su anterior prudencia sobre ésta para asegurar que los primeros adherentes del Este «no serán los últimos»: «Nuestro calendario no debería ser guiado por cálculos políticos, sino por los progresos de los aspirantes».

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