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Romaní sugiere que maquillar cuentas al cierre del ejercicio es práctica de "todas las sociedades"

El ex vicepresidente de Banesto y ex consejero delegado de la Corporación Industrial Arturo Romaní terminó ayer su declaración en el juicio del caso Banesto respondiendo, sobre el capítulo de los llamados "artificios contables", que no intervino en la contabilización de determinadas operaciones bancarias ya que su puesto de vicepresidente de Banesto era "puramente estético" y ya tenìa bastante con ocuparse de la Corporación Industrial. Romaní dijo varias veces que "todas las sociedades" realizan al cerrar sus ejercicios operaciones contables dirigidas a mejorar sus resultados.

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MadridAnte las preguntas del fiscal Luis López Sánz, sobre cómo se decidían y contabilizaban los créditos morosos, el ex vicepresidente de Banesto y ex consejero de la Corporación Industrial contestó varias veces que no sabía nada. "Mi nombramiento como vicepresidente segundo fue puramente estético. No añadió nada en funciones y responsabilidades", explicó. "No es que quiera contestar al fiscal con evasivas", dijo en varias ocasiones.Tras escuchar la vehemente afirmación de Romaní, un letrado, no sin humor, musitó al oído de su colega:

-Dice que no sabe nada y seguro que acaba metiendo la pata.

Más que una premonición, la posición cerrada de Romaní era difícil de sostener. Una coherencia tan ambiciosa como imposible. Romaní fue miembro de la comisión ejecutiva de Banesto, miembro de su consejo de administración, consejero delegado de la Corporación y miembro de su comision ejecutiva, amén de consejero en empresas participadas.

Romaní declaró que no conoció el plan de saneamiento elaborado por Banesto en 1993 hasta el 28 de diciembre fatídico, esto es, el día de la intervención por el Banco de España. No supo, pues, de los 503.000 millones cifrados como "necesidades de saneamiento" por el Banco de España ni de la propuesta de Banesto, en el sentido de sanear 372.000 millones, de los cuales 100.000 serían mediante revalorización de inmuebles.

Tampoco conoció, según dijo, las negociaciones con el Banco de España que condujeron a un acuerdo en noviembre de 1992 para cumplir saneamientos de 104.000 millones de pesetas, que constan en una carta enviada por el director general José Pérez Fernández, a cargo de la inspección, al presidente de Banesto, el 23 de noviembre de 1992.

El fiscal preguntó por otra carta, del 6 de septiembre de 1993, en la que el director general del Banco de España ponía de relieve las "irregularidades contables" del ejercicio de 1992 y la necesidad de practicar los asientos contables para corregir la situación. Ni noticia. En todo caso, sugirió Romaní, hay que preguntar a las personas que contabilizaban las operaciones en Banesto. "Yo no he sido", dijo.

El fiscal López Sanz preguntó por el programa informático, que el Banco de España solicitaba desde noviembre de 1992 y que debía ponerse para conocer de manera automática la evolución de morosos, como en los otros grandes bancos españoles, cosa que Banesto no cumplió. Romaní contestó:

-Nunca he manejado ordenadores. Nunca sé si el ordenador es automático... Nunca lo he sabido y sigo sin saberlo...

-No le pregunto si sabía manejar el ordenador, sino por el sistema...

-Yo solo conocí el cambio en Banesto, de cuando se clavaban los papeles en una mesa al sistema informático. Yo sólo utilizo un pequeño ordenador personal para coleccionar...

El fiscal prosiguió con operaciones de generación de beneficios ficticios intergrupo por 4.933 millones de pesetas en la compraventa de acciones de Acerinox entre la Corporación Industrial y la instrumental Mercurio, de Banesto, el 28 de diciembre de 1992. Romaní negó que fueran beneficios ficticios, pero admitió implícitamente el maquillaje.

-Es una cosa tan sencilla como ésta. Todas las empresas, al cierre del ejercicio, pasan por uno de los momentos más importantes... requieren profesionales para permitir reflejar... Hay que saber cerrar los ejercicios... en todos hay problemas.

El maquillaje, el efecto Max Factor, es, según Romaní, una norma aceptada. La premonición sobre la metedura de pata, pues, se cumplió.

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