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La pasividad de la Guardia Urbana

FRANCESC ARROYO La Asociación de Vecinos de Sarrià convocó la semana pasada una reunión para expresar su malestar por diferentes motivos, uno de los cuales era, según rezaba una octavilla, la "pasividad de la Guardia Urbana". Un redactor de este diario acudió al encuentro en coche, que aparcó en una zona azul, pagando la tasa correspondiente y dejando el ticket en lugar visible, como indican las ordenanzas municipales. Tras terminar la conferencia de prensa volvió al vehículo, pero no podía sacarlo. A su lado, en segunda fila, había dos automóviles, evidentemente mal aparcados. Había también, paseando, un guardia urbano y un vigilante de zona azul. El interesado se dirigió a uno de ellos y le preguntó qué debía hacer para salir de la trampa en que estaba atrapado. La respuesta fue la certificación del malestar de los vecinos por la actitud pasiva de los guardias: "Pite usted", dijo el vigilante uniformado con una indiferencia sólo equiparable a la que mostraba el guardia. Ninguno de los vehículos mal aparcados tenía multa visible. La pasividad de los guardias tiene consecuencias molestas para los vecinos de Sarrià que viven en las tranquilas callejas del casco antiguo. Con frecuencia no pueden pasar, no pueden andar por las aceras, no pueden salir de los aparcamientos. Para evitar el tráfico rodado, los guardias colocan una valla. Los vecinos aseguran que los automovilistas la quitan y siguen con total impunidad.Los vecinos reclaman que se ponga vigilancia, si no permanente, al menos regular. Porque los desaprensivos no se limitan a quitar la valla, la dejan a un lado y, a partir de ahí, pasa cualquiera y no siempre a poca velocidad. De todas forma, de poco sirve que haya vigilancia si los vigilantes ponen el mismo empeño que el demostrado en impedir que haya coches aparcados en doble fila.

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