El Ejército indonesio liquida la revuelta estudiantil
El Ejército indonesio puso fin la pasada madrugada a la ocupación estudiantil del Parlamento, el acto decisivo de la protesta de los estudiantes que acabó el jueves con la presidencia de Suharto. El desalojo se hizo sin visibles actos de violencia, aunque en el momento de la evacuación llegaron a la zona varias ambulancias. La salida forzada de los estudiantes cerró una larga jornada en la que el movimiento estudiantil empezó a mostrar fracturas, con estudiantes dispuestos a seguir la lucha y otros partidarios de dar tiempo al nuevo presidente, Yusuf Habibie.
La masiva operación militar comenzó al filo de la medianoche local, cuando decenas de camiones con centenares de soldados y policías ocuparon los accesos al complejo parlamentario, donde había más de mil estudiantes de los partidarios de mantener la presión sobre el presidente Habibie con el propósito de lograr un cambio de regimen efectivo y no sólo, como ellos entendían, un cambio de administración.Los soldados avanzaron por la avenida que lleva al edifico principal del Parlamento y peinaron los edificios para desalojar a todos los estudiantes. Una vez eran localizados, los jóvenes eran invitados a salir al exterior donde les esperaban más soldados. La zona sólo estaba parcialmente iluminada, y en la oscuridad de la noche los estudiantes se distinguían de los soldados porque enseguida pasaron a formar corros donde siguieron cantando las canciones contra el régimen que han sido una constante desde que el lunes dieron el golpe de mano de ocupar el inmueble más representativo del régimen de Suharto, un Parlamento teóricamente dedicado a hacer oir la voluntad popular y que no era sino la voz de su amo.
El debilitamiento de la posición estudiantil empezó ya por la mañana, después de que el presidente Habibie anunciara su nuevo Gobierno. Los cientos de estudiantes que habían pasado la noche en el edificio acogieron con abucheos la lista de Habibie y, muchos, indignados, pedían la dimisión de Habibie y el juicio de Suharto por corrupto y violador de los derechos humanos. «Son los mismos que estaban con Suharto», dijo una estudiante. «Habibie es como Suharto. Era su favorito».
El rechazo a Habibie fue pronto contestado por un grupo de gente, aparentemente estudiantes acompañados de personas mayores, que cantaba rítmicamente el nombre del presidente. Uno y otro grupo empezaron a abucherase y hubo un momento en que llegaron a darse empujones. Tras algunas carreras alocadas, estudiantes de ambos bandos consiguieron imponer la paz. Pero desde ese momento quedó claro que el movimiento estudiantil estaba roto.
A lo largo de la tarde, ambos grupos mantuvieron sus posiciones, unos con pancartas y gritos contra Habibie y Suharto, y los otros con los mismos medios a favor del presidente.
La presencia militar fue creciendo conforme pasaban las horas, hasta que por fin el Gobierno decidió asestar el golpe de gracia. En todo momento, la relación de estudiantes y soldados fue de mutua toleracia, como reconociendo cada parte que la otra sólo cumplía una obligación. Los camiones militares bloquearon todos los carriles de la avenida que pasa ante el Parlamento y varios de ellos se quedaron tapando la verja de acceso, detenidos por estudiantes en el suelo que cantaban canciones y hacían ondear la bandera indonesia.
Queda por ver ahora qué va a ser del movimiento estudiantil. Hasta que salieron a la calle, las protestas de los estudiantes eran toleradas en los campus universitarios, que en Indonesia son recintos perfectamente delimitados con verjas. El nuevo Gobierno no puede permitirse un golpe de mano virulento contra los estudiantes y lo más probable es que deje extingurise el movimiento en sus propias contradicciones. Los estudiantes han tenido buen cuidado durante toda su protesta de no mezclarse con la clase trabajadora, cuyo acceso estaba vedado al recinto parlamentario, donde sólo permitían el acceso de activistas políticos y grupos profesionales.
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