La NASA da los últimos toques en la Tierra a la Estación Espacial Internacional
El retraso de los rusos obliga a posponer la puesta en órbita quizá hasta final de año
La enorme maquinaria tecnológica y organizativa de la NASA en el Johnson Space Center (JSC) en Houston, Texas, está ya prácticamente dispuesta para comenzar inmediatamente el montaje en órbita de la Estación Espacial Internacional (ISS), que jubilará a la vieja Mir. Los siete astronautas de la misión STS 88 del transbordador espacial, que se encargarán del ensamblaje en órbita de los dos primeros módulos, han repetido hasta la saciedad cada uno de los pasos que tienen que dar a 350 kilómetros de altura. Todo está listo, pero los problemas financieros rusos retrasan el proyecto.
"El primer lanzamiento de la estación no será antes de agosto y probablemente se realizará a finales de este año", ha anunciado en Houston Randy Brinkley, de la NASA, director del proyecto de la ISS. Esto supone un nuevo retraso, dado que la puesta en órbita del primer módulo —ruso— estaba prevista para el mes que viene. El segundo módulo es de la NASA y está ya listo; el problema es que los rusos no cumplirán el calendario con el tercero (el habitáculo espacial de la primera tripulación de la 155) y todo el programa se retrasa. Los socios estadounidenses, europeos, japoneses y canadienses tienen que esperar.
Mientras tanto, siguen los preparativos en el JSC, base del destacamento de los 140 astronautas de la NASA. El jueves pasado, por ejemplo, la tripulación del STS 88 ensayaba en un lado de la piscina de las instalaciones Sonny Carter el abandono del transbordador espacial en caso de amerizaje de emergencia. En el otro lado, donde están sumergidas maquetas a tamaño real de la 155, se entrenaba otra tripulación, asistida por submarinistas. Con los trajes de paseo espacial, ejecutan operaciones que luego harán en órbita y que en Tierra sólo pueden simular, en cierto modo, en el agua.
Simuladores
"Los compañeros que harán paseos espaciales vienen a menudo a la piscina, tres veces por semana, yo vengo menos", dice Cabana, comandante del STS 88. El ha pasado horas y horas en simuladores haciendo las maniobras de aproximación del trasbordador espacial al primer módulo de la ISS que estará ya en el espacio —el bloque funcional de carga ruso— para unir las dos primeras piezas de la estación.
La ISS será una estructura modular que, cuando esté terminada, tras cinco años de ensamblaje y decenas de misiones, será más grande que dos campos de fútbol y dará alojamiento a seis astronautas, en turnos de varios meses, para realizar ensayos científicos y de tecnología avanzada. El coste total de la ISS asciende, según los últimos cálculos, a 21.000 millones de dólares.
Aunque los astronautas de la estación podrán moverse libremente por los módulos presurizados y conectados entre sí, cada socio tendrá sus dependencias. La Agencia Europea del Espacio (ESA) tendrá allí, en 2002, su laboratorio Columbus (COF). La ESA dedica a la ISS, entre 1994 y 2004, 3.500 millones de dólares de los que un 2% corresponde a la participación española. "El COF es un laboratorio multipropósito para realizar experimentos de ciencia de materiales, física de fluidos, ciencias de la vida, observación de la Tierra, ciencia espacial y desarrollo tecnológico", ha explicado en Houston Francesco di Mauro, jefe de la ESA en el JSC.
Rusos y estadounidenses son los socios clave de este proyecto tecnológico y de fuerte impacto político, convertido en internacional por EE UU tras años de trabajo —y aplazamientos— de la NASA. La estación primero se llamó Freedom, luego pasó a ser Alfa y ahora es ISS.
El entrenamiento de los astronautas tiene un fuerte componente de repetición, de ensayar una y otra vez hasta que cada operación se convierte en rutina para hacerla después en órbita. "Lo único que realmente no puedes imitar en Tierra es la falta de gravedad y esa sensación fue mi mayor sorpresa al llegar al espacio", cuenta Umberto Guidoni, astronauta de la Agencia Espacial Italiana.
Los nuevos simuladores instalados en el JSC, los desarrollos informáticos, las construcciones mecánicas, los equipos de realidad virtual, etcétera, que la
NASA ha creado para la ISS dan una idea de la magnitud del programa, tanto en tamaño físico del futuro laboratorio orbital como en concepto y tecnología.
Los ordenadores portátiles, por ejemplo, abundan en la ISS para hacer actividades y funciones de control de todo tipo. Pare ce lo natural. Entonces, al entrar en las réplicas exactas del transbordador espacial dedicadas a entrenamientos en el JSC, tan fu turista como parece esa nave vista desde fuera, se aprecia el salto tecnológico. Centenares de botones, interruptores y palancas cubren las paredes de la cabina. Casi sorprende que unos vehículos de apariencia por dentro tan antigua sean tan eficaces, aun que caros, para ir al espacio.
Incluso los trajes de paseo espacial cambian para la estación. Ya no valdrán los atuendos de la NASA a medida para cada astronauta, que van y vuelven en cada misión, como ahora, sino que los trajes se quedarán en la 155 y los utilizarán allí hombres y mujeres de diferente tamaño. Guantes, botas y piezas modulares de brazos y piernas permitirán componer trajes de tres tallas.
El JSC es un sitio peculiar. Ante una máquina de refrescos en el edificio de los astronautas se puede coincidir con un rostro conocido: Michael Foale, el astronauta de la NASA que estaba en la Mir cuando el año pasado se produjo el grave accidente que puso en peligro la estación. Ahora sonríe simpatíquísimo. ¿Realmente fue tan duro aquello? "No, no tanto... Bueno, ahora no parece tan malo, en aquellos momentos sí que lo fue, realmente muy duro", dice. Por el momento no tiene una misión de vuelo, "pero espero que me de signen más adelante para la estación espacial", dice.
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