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Reportaje:

Los ratones se curan mejor

Terapias prometedoras en cáncer y sida se quedaron en la barrera del éxito con animales, sin pasar al hombre

Karl Erik Hellström, el padre de la bomba biológica antitumoral, ironizaba en una entrevista publicada en EL PAÍS en 1994: «Si me proporcionasen un ratón con cáncer, yo podría serle muy útil».La bomba de Hellström sigue hoy sin dar resultados en pacientes. Pero levantó tantas expectativas sociales y financieras como la reciente noticia del desarrollo de dos fármacos fulminantes contra el cáncer en ratones (angiostatina y endostatina), cuya trascendencia ha sido exagerada por algunas publicaciones.

El problema es que en el paso de experimentación animal a las pruebas en humanos se atascan prometedoras terapias. Y si verdaderamente funcionan, requerirán entre 10 y 12 años para llegar al mercado. Así son las reglas del juego de la eficacia y la seguridad en medicina.

Juan Carlos Lacal, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), enfatiza: «¡Cuando hablamos de resultados en ratones, estamos hablando diez años antes de su experimentación clínica!» (ensayos en humanos).

Con todo, el solo anuncio de un mínimo resultado en el campo de enfermedades muy graves atrapa al paciente en la única palabra que desea oír: «curación»; mientras su ansiedad le oculta todo lo demás.

Miguel Fernández Braña, director del departamento de Química Orgánica y Farmacéutica de la Universidad San Pablo- CEU, resume el sentir de todos los investigadores: «Hay que ser muy prudente en la comunicación de estos avances científicos, porque no hay nada más terrible para una familia con un enfermo que darle esperanzas acerca de algo que pueda ayudarle». Investigador antes que docente, y con dos fármacos por él diseñados en fase de ensayo clínico, Fernández Braña hace hincapié en dos aspectos: «Hay que tener cuidado en no extrapolar resultados de experimentación animal al hombre». Y segundo: «Sólo la clínica informa del interés del producto».

Expectativas

Porque entre otros muchos casos, Fernández Braña se acuerda de que a principios de los años noventa un laboratorio francés descubrió la capacidad terapéutica en cáncer de colon de un medicamento hasta entonces utilizado como antiasmático. «Su efecto era tan espectacular en los ratones que en ocho horas curaba el tumor. Apenas dejaba una cicatriz que luego desaparecía. Estábamos fascinados. Se movilizaron varias compañías y se llevó a la clínica. Finalmente no se obtuvo ninguna respuesta positiva en humanos», relata.Carlos Martínez, inmunólogo del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), tiene en la memoria otro caso de esperanzas fallidas. Se trataba entonces de un tratamiento para la septicemia a base de anticuerpos específicos. Revuelo de inversiones ante la expectativa y un triste final. «Quebraron tres compañías de biotecnología ante la falta de resultados», recuerda el investigador.

Expectativa es una palabra que en investigación médica significa fase experimental, cautela, espera, trabajo y miles de millones de inversión. Desde que una molécula surge de la mente de un científico hasta que llega a la farmacia en forma de medicamento transcurren años, y no precisamente por problemas de burocracia.

En cáncer y sida, el diseño de tratamientos es especialmente complicado. En el primer caso, se conocen algunos de los mecanismos que rigen el ciclo vital de una célula, «pero en muchas cosas nos movemos en un terreno puramente empírico», indica Fernández Braña.

Respecto al virus del sida, probablemente el más estudiado de todos los que existen, aún no se han podido aclarar sus increíbles mecanismos de defensa frente al arsenal terapéutico que se ha desarrollado en los últimos años. Aquellos fármacos que han ganado la partida tuvieron, no obstante, un camino largo y, a veces, azaroso. Uno de los más prometedores actualmente en el tratamiento de ciertos tipos de cáncer de mama, el taxol, fue identificado a partir de la corteza del tejo en 1971. Tardó 21 años en ser aprobado en EE UU, y en el camino de su experimentación hubo serias tentativas de abandonar el proyecto, dados sus escasos resultados. Otro ejemplo similar es la ya famosa píldora Viagra contra la impotencia. El milagro que hoy persigen ciudadanos de medio mundo ha necesitado 20 años para llegar al mercado.

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