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Tribuna:CRÓNICAS: JUAN CRUZ
Tribuna
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"Zapping" de poetas

Juan Cruz

Ahora ha vuelto a España Mario Benedetti; regresa cuando el sur de América se llena de la humedad que gravita como una amenaza sobre su asma crónica. Éste es, digamos, un regreso benévolo, un desexilio marcado por el clima; pero hubo épocas peores, cuando tuvo que exiliarse de veras porque en su tierra se apagaba la luz, literalmente; ahora retorna a España cada año por estas fechas, y por estas fechas Visor, la editorial de poesía, le suele recibir con un libro de poemas; ya el libro (La vida ese paréntesis) apareció en Montevideo y en Buenos Aires, editado por Planeta, y fue celebrado en la Feria del Libro de esta última ciudad como el último compacto de una estrella de rock. Sus amigos se convertían en guardaespaldas para escoltarle y él se revolvía en medio de la multitud con esa agilidad un poco incómoda de interior izquierda en los momentos más apurados del partido que va en empate. Salió del sofoco y se vino otra vez a Madrid, al aire seco que le conviene para sus bronquios; antes venía aquí a respirar la libertad, pero obligatoriamente; ahora es la pura necesidad de respirar mejor, físicamente, la que le impulsa. Este libro mismo es un ejercicio de respiración, tierno pero amargo, naturalmente pesimista (incluye Zapping de siglos, que es como un bofetón a la inclemencia imbécil del tiempo que estamos viviendo), pero líricamente afecto a ese Benedetti que leen los jóvenes en las esquinas de los parques. El otro día comían con él unos amigos, en Madrid, y se le acercó un joven lector de su país, el camarero. De pronto intercambiaron versos como si ambos fueran el autor de los mismos. Descubrieron al fin una sola diferencia: el chico era del Peñarol y el poeta es del Nacional, que está en sus horas bajas.Los poetas. Cuando José Hierro ganó uno de sus premios literarios -el más dotado, que fue el Príncipe de Asturias-, el poeta se llevó a toda su familia a un largo viaje. En los viajes, además, Hierro es un andarín compulsivo, como si se hubiera dejado un recado en cualquier parte. Escritor que escribe con los ojos, todos sus poemas son fruto de la observación de lo que ocurre por ahí; y ese carácter excéntrico -de no estar en sí mismo, de andarse por las ramas de los otros- es el que le ha dado aire para escribir los poemas sociales -sociales: de la gente, no los viejos poemas sociales- de la reciente poesía española. En ese viaje hacia los otros, José Hierro llega ahora a Nueva York, que es la ciudad en la que está todo el mundo y que le sirvió a Lorca, por ejemplo, para escribir su mejor poesía existencialista. De esa actitud de Hierro es consecuencia este Cuaderno de Nueva York que edita Hiperión; ahí está también esa vertiente desgarrada, asombrada y onírica que poseen aquellos versos de Lorca: en el caso de Hierro la ciudad se convierte en la mano generosa que toca la realidad para hacerla palabras y por tanto ensimismamientos. Su reflexión sobre la nada («Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada») es asimismo una especie de zapping de siglos que deja en la mesa de la vanidad, en medio de la gran ciudad del mundo, la celebración íntima de la verdadera dimensión de los hombres. Él es un hombre emocionante, lleno de vitalidad -su reciente enfermedad, de la que ya salió, es una paradójica expresión de salud-, y este libro es un manual para medirlo. Como es un manual para medir la creciente y honda humanización de la poesía -y de la vida- de Luis Antonio de Villena su último libro de versos (Celebración del libertino), que ganó el Premio Ciudad de Melilla y que ahora edita Visor. Celebración del libertino es, como todos los libros de Villena, hijo de su cultura literaria, pero es también consecuencia de una madurez personal que ya irradia en todo lo que hace este autor.

Columnista, tertuliano, hombre que opina y que por ello está obligado a dar mandobles o a recogerlos, de Villena se ha ido dotando de la voz propia de la sensatez, la que da capacidad de asombro y también distancia; en la poesía, además, ha ido humanizando cada vez más su actitud narrativa, y ahora todo lo que se toca en sus versos es esencial y auténtico, como si de pronto las palabras se le hubieran tornado implacablemente autobiográficas. Es una poesía saludable de la que responde un poeta sin afectación alguna; parece un personaje que hubiera llegado a una esquina del camino y hubiera visto claro que en aquella sinceridad adolescente que dominó en sus primeras memorias están los materiales literarios que pueden servir para que la descripción del alma propia sea también una manera de ahondar en la mirada ajena. Y además de ello aquí hay humor, y eso en la poesía de la intimidad, aunque mire alrededor del alma propia, es un rasgo que siempre nos lleva de la mano bastante lejos del egocentrismo.

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