Haro Tecglen
Estimado señor Haro Tecglen, cuando leí el pasado martes 5 de mayo en el diario EL PAÍS su artículo Qué más da, lo primero que sentí fue vergüenza ajena. A estas alturas se puede comprender el encono empresarial y mediático entre dos empresas del mundo de la comunicación como son PRISA y la cadena Cope, la lucha por la audiencia, los diferentes planteamientos de la actualidad política, económica, social, cultural, hasta deportiva, que ambos grupos mantienen desde años. Hasta ahí. Pero ha bastado la desgraciada muerte del periodista Antonio Herrero, director de Las mañanas de la Cope, para que el odio escondido, el rencor, el peor, salga a relucir. Qué vileza, qué miseria la del hombre que, a «toro pasado», utiliza un arma como la palabra escrita sabiendo que la persona a quien va dirigida no puede defenderse. Su desprecio, su falta de sentimiento hacia quien, según usted, era un enemigo suyo, y permítame decírselo, se debía haber quedado en la indiferencia pura y seca, en el silencio, sin flor en la tumba, ni obituario sectario.- . .
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