Haro Tecglen
El señor Matías Antolín, la Redacción de La mañana, de la Cope, y 16 firmas más dicen no pasar por el «haro» de Haro Tecglen y se indignan por la frialdad con que ha glosado la muerte de Antonio Herrero. Es perfectamente comprensible tratándose de amigos y colaboradores del periodista trágicamente desaparecido, y yo en su lugar habría reaccionado de manera similar. Pero el fondo e incluso la superficie de la cuestión es muy otro o, por mejor decir, puede calibrarse desde una perspectiva abiertamente diferente.Dicen escribir «desde este rincón de libertad» (?) (evidentemente la suya; no la de todos. «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira»). Libertad que les ofreció (a ellos) Antonio Herrero en la Cope. «¡Libertad, libertad, cuántos crímenes se cometen (y cuántas tonterías se dicen) en tu nombre!». Haro, al parecer, escupió «baba ruin», pero de las sus bocas (las de los tertulianos de la Cope y adláteres), al parecer también, sólo emanaban dulces cantos de sirena, ingeniosos y brillantes comentarios, profundísimas reflexiones llenas de ingenio, perspicacia y sentido común. Son tantos los que a diario se avergüenzan de la desvergüenza ajena que a qué avergonzarse ahora. ¿Por qué no se avergüenzan los firmantes cada vez que su ilustre colaborador Jiménez Losantos, bajo la libre e independiente batuta de Antonio Herrero, llama «momia» por sistema
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a Haro Tecglen o no se avergonzaban cuando llamaba «paranoico de la Moncloa» al anterior jefe del Gobierno de España? ¿«Mezquindad», mordiscos, discordia...?; no repitamos inútilmente la cita de Campoamor. Terminan reproduciendo unas palabras de Carola Herrero, quien dice que Haro «no es nadie». Se equivoca. Usted no es nadie. Nadie se forja una biografía en cinco minutos ni nadie es nadie por ser «hermana de». Por lo demás -ya lo he dicho-, comprendo perfectamente su dolor, que es humano.
Cuando José Antonio Primo de Rivera se indignaba en el Parlamento republicano por las críticas a Miguel Primo de Rivera y llegaba a la agresión personal, «le comprendemos» como hijo, pero «nos deja fríos, indiferentes», como líder fascista defendiendo la memoria del dictador. Naturalmente, no establezco analogía alguna, simplemente resalto la conveniencia de no confundir sentimientos personales e intransferibles con planteamientos ideológicos o políticos. «Nosotros», dice, y dice muy bien, «hemos nacido y crecido oyendo hablar de cosas como amistad, lealtad, honestidad, cosas como la libertad...», que, entre otros muchos me permito yo decir, hemos aprendido de hombres como Eduardo Haro, que si no existiera -aun en los casos en que su libre opinión no nos guste o nos irrite- habría que inventarlo, y si fuera el caso, subvencionar sus opiniones, pues si alguien desde el periodismo nos ha enseñado libertad, independencia, criterio, ética, tolerancia, sinceridad..., ése ha sido Eduardo Haro Tecglen, al que Jiménez Losantos llama «estalinista». Si lo sabrá él.-
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