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Cristianos y socialismo

Ramón Jáuregui

Llevamos años diciendo que tenemos que renovar nuestros postulados. Que tenemos que abrirnos, conectar con los movimientos sociales, favorecer la participación, recuperar la política para la sociedad, y, de pronto, hemos encontrado una tecla, un cañón de aire fresco, que ha servido para simbolizar, para expresar todas esas frases hechas que estaban perdiendo, peligrosamente, sentido de ser. Las primarias han marcado un camino que sólo hemos empezado a andar. Pronto deberemos regular la participación de los simpatizantes en la vida política partidaria, y no estamos lejos de tener que revisar las formas de organización interna hacia colectivos cuya proximidad temática o vivencial supere la arcaica agrupación territorial. Próximos están también los debates sobre comunicación con la sociedad o, incluso, sobre fórmulas de consulta a la ciudadanía que ponen a nuestra disposición las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).Uno de esos golpes de efecto, de sacudida social interna y externa que necesitamos los socialistas, es la revisión que debe hacer la izquierda, y en particular el PSOE, sobre sus relaciones con el mundo cristiano. Tender puentes entre la ética socialista y la ética cristiana es recuperar un origen histórico común respecto a los valores que a ambas anima, fracturado en nuestro país por las secuelas de un enfrentamiento, a veces brutal, entre izquierda e Iglesia a todo lo largo del siglo XX. Mucho del anticlericalismo típico en España, y en el socialismo más particularmente, no puede explicarse sin recordar los convulsos años de la República y el largo maridaje entre Iglesia y dictadura. Todo lo cual no explica, sin embargo, que hayamos confundido durante demasiado tiempo Iglesia y cristianismo y que hayamos negado con torpe insistencia el valor del hecho religioso en nuestra sociedad, tal y como nos lo han recordado infinidad de veces notables compañeros socialistas como Gregorio Peces Barba, Félix Pons y otros.

Pero no es de las relaciones entre la Iglesia y el PSOE de lo que se trata, aunque esta ecuación esté todavía lamentablemente irresuelta y excesivamente enconada, en mi opinión. No, de lo que se trata es de que el Partido Socialista debe reconocer que en el mundo cristiano se están generando valores y prácticas que convergen con el proyecto ético, democrático y solidario del socialismo, y que una buena parte del catolicismo activo y militante es de izquierda.

Se trata de no ignorar, como lo estamos haciendo, que la matriz de muchos movimientos sociales que más o mejor trabajan contra la exclusión social, por la solidaridad Norte-Sur, por la paz o por la educación no formal de niños y adolescentes, es de iniciativa o de tradición cristiana.

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El Partido Socialista necesita renovarse con militantes jóvenes, movidos por valores éticos y utópicos, que aporten su trabajo a un partido porque es el instrumento más eficaz para llevar a cabo sus convicciones, sus imperativos de conciencia y que, a diferencia de otros militantes jóvenes de la derecha, no buscan un destino profesional ni cubrir una ambición personal, por legítima que pueda ser. Ésa es la superioridad moral de la izquierda, que parece olvidada. Pues bien, en el mundo cristiano hay significativas experiencias de implicación de jóvenes en un compromiso social transformador. Es más, buena parte de la militancia en ONG y en movimientos pacifistas está llena de estos jóvenes, que podrían ser simultáneamente activos militantes socialistas si el partido se acerca, tiende puentes y se presta a ser un instrumento social, una herramienta institucional al servicio de esas causas.

Todos nos quejamos de que la afiliación política en España es baja. Tenemos pocos militantes y, además, de edad avanzada. Nos preocupa el pasotismo juvenil de la política, y mientras repetimos estos y otros argumentos, no por tópicos menos ciertos, no nos damos cuenta de que hay miles de jóvenes trabajando en mil sitios por causas de solidaridad y de justicia, movidos por ideales comunes a los nuestros. Se trata, pues, de ser conscientes de que hay muchos socialistas fuera de nuestras filas y que, a veces, su trabajo y su coherencia personal resultan más ejemplares que alardear de un rojo e histórico carnet.

Incluso desde las reflexiones que los nuevos tiempos nos exigen para actualizar el Estado del bienestar y hacer más eficientes los servicios públicos, contar con la iniciativa privada sin ánimo de lucro e impulsada por motivaciones ético-cristianas es, la mayoría de las veces, de una necesidad apremiante para la izquierda. Es lo que algunos llaman fortalecer la cultura de la solidaridad a través de la propia sociedad civil, a través de una sociedad que practica la solidaridad en la mayoría de sus relaciones sociales. Siguiendo a Edgar Morin: «No podemos dejar la solidaridad en las manos exclusivas del Estado».

Hay además dos argumentos prácticos que no debemos olvidar. El factor religioso es un elemento importante de la sociedad española. El Estado, los partidos, somos aconfesionales, claro, pero la cuestión religiosa no ha de ser extraña o ajena a la política. Menos teniendo en cuenta que nuestro propio electorado muestra actitudes religiosas semejantes a las del conjunto de la sociedad española. Dos datos de muestra recogidos por R. Díaz-Salazar en su libro La izquierda y el cristianismo. El primero, en las últimas elecciones generales de marzo de 1996, el 31% de los votantes del PSOE confiesa ser católico practicante, un 51% es creyente no practicante, y la suma de no creyentes, indiferentes, agnósticos y ateos constituye el 17% (Cfr. Estudio del Instituto Opina de Barcelona para La Vanguardia). El segundo, algo más de la mitad de los militantes del PSOE son personas religiosas. Este hecho ha ido en aumento. Si en 1980 el 39% de los afiliados declaraba tener este tipo de ideas, en 1986 el porcentaje se elevaba a un 51%.

Por último, debemos tener en cuenta la experiencia de otros partidos socialistas de Europa. Los partidos socialdemócratas de Alemania, Austria, Suecia, el laborismo inglés con el Movimiento Socialista Cristiano, el Partido Democrático de la Izquierda italiano, etcétera, han explicitado en sus programas o en su organización interna el cristianismo como tradición moral y práctica relevante. El PSOE, sin embargo, ha huido en sus resoluciones o programas de cualquier pronunciamiento en tal sentido, produciendo un alejamiento y, a veces, una hostilidad hacia el mundo cristiano que sólo se explica por nuestra propia historia, pero que nada tiene que ver con nuestro presente y mucho menos con el futuro.

Ramón Jáuregui es secretario de Política Autonómica del CEF-PSOE.

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