Vázquez: «A unos las estadísticas les sirven más que a otros»
Sin viento, aunque granice. Ni a Javier Vázquez ni a Fernando Cepeda les importó la lluvia. Los dos acabaron con la satisfacción del deber cumplido y ambos señalaron a la ausencia del aire con los parabienes de una auténtica bendición. Momentos antes, tanto el madrileño como el sevillano hablaban de la necesidad de una buena faena.«La verdad es que me era imprescindible algo como lo de esta tarde. Eso sí, me ha faltado la oreja. Ya se sabe, a determinada gente las estadísticas se les tiene muy en cuenta. De hecho, a unos les sirven mucho más que a otros. A mí, en este momento, me son necesarias», dice Javier Vázquez a la vez que se declara incapaz de entender la postura del presidente al negarse a conceder el trofeo: «No lo entiendo. Había petición mayoritaria. Este mismo presidente me ha dado orejas, pero hoy ha decidido que no. No sé, parece que al único que le ha molestado la lluvia es a él».
Con la mano baja
Vázquez se las veía con su primer toro. «Ha sido una faena compacta y de poderío. Había que someter al animal. Llevarle enganchado con la mano baja. En cuanto te despistabas echaba la cara arriba, daba cabezazos y te quería comer. Ha estado a un milímetro de enganchar la muleta 50 veces», describe el diestro. «Con la izquierda», continúa, «se dejaba mucho más».En lo que respecta a su segundo, el matador, al que todavía le queda otra cita en San Isidro frente a los de Samuel Flores, se limita a señalar las carencias del astado: «No se movía y ha desarrollado un peligro sordo. Ya en el capote ni entraba, se quedaba frenado». «Por mi parte, he procurado estar correcto. De hecho, he entrado a matar por arriba (dio cuatro pinchazos) aunque ya no me jugaba nada», concluye a la vez que no duda en reconocer su satisfacción: «Las cosas empiezan a ir bien».
Fernado Cepeda arranca con un lamento tan corto como evidente: «Lástima de espada». «Llevo un año matando bien y justo cuando más me hacía falta, voy y fallo. El toro me ha hecho un extraño. Tenía que haber rectificado y volver a empezar, pero ha sido uno de esos momentos en que las ganas de triunfar te traicionan», dice. Se refiere a la lidia del sobrero de 673 kilos que sustituyó al segundo de su lote.
«Creo que lo importante es que he entendido al toro. Al principio pedía sitio. Poco a poco he ido templando hasta que he conseguido que fuera por donde quería», explica para a continuación detenerse en dos naturales: «He notado que el público ha comprendido lo que hacía. En cuanto he concluido el primer pase, he oído el rumor de la gente. Sabía que estaba en el buen camino. Luego otro y... el día que me salga un toro al que pueda dar así cuatro o cinco ligados, la armo».
Luego llegó la espada y... «para que insistir», concluye.
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