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Un ensayo repasa la historia de la lectura hasta la revolución del texto electrónico

Chartier destaca la pluralidad de formas de leer a fines de siglo XX

Miguel Ángel Villena

El sueño de la biblioteca de Alejandría se ha plasmado en Internet y la escuela ya no es, ni mucho menos, el único medio de iniciación a la lectura. A partir de estas dos premisas el profesor Roger Chartier sostiene que la pluralidad de lecturas es el rasgo que define este final del siglo XX. Coordinador de una ambiciosa Historia de la lectura en el mundo occidental (Taurus), Chartier no tiene dudas de que asistimos a una auténtica revolución en las formas de leer, «más trascendente que la invención de la imprenta y comparable al paso de los rollos antiguos al codex romano, es decir, a la forma actual de los libros».

Muchos lectores de hoy se debaten más que nunca entre el miedo a la pérdida y la angustia por el exceso. Todos pueden acceder a Internet, a la biblioteca universal, pero en realidad nadie puede usarlo si no define los criterios para elegir entre opciones casi infinitas. «La angustia por el aluvión de información», comenta Roger Chartier (Lyon, 1945), «se refiere a la imposibilidad de domar todo lo acumulado en los libros que ahora mismo está a disposición de cualquier usuario». Este historiador y sociólogo declara que hay que evitar el riesgo de que este panorama derive en «una ausencia de reflexión colectiva y general». Al margen de esta preocupación por la capacidad de elegir, Chartier se muestra decidido partidario de conservar los libros en la forma en que fueran escritos.Junto con el italiano Guglielmo Cavallo, este pensador francés que ayer visitó Madrid para promocionar el libro, ha dirigido un equipo de 11 especialistas que han resumido en cerca de 600 páginas la historia de la lectura desde el mundo griego hasta la actualidad. Para ilustrar hasta qué punto resulta necesario un equilibrio entre el objetivo inalcanzable de un saber universal o la especialización excesiva Chartier comenta que ningún autor en solitario hubiera sido capaz de escribir una obra de estas características.

Pensar el futuro

Ahora bien, Roger Chartier no se pronuncia de un modo tan apocalíptico o catastrofista como otros sobre el futuro de la lectura o, mejor dicho, de los libros como objetos. «A finales del siglo XX conviven», añade, «una pluralidad de formas de leer que coexisten o se enfrentan con los medios audiovisuales. Esta diversidad aumentará y debemos ser capaces de articular las formas clásicas con las electrónicas». ¿Cómo se van a transformar los ordenadores? se pregunta Chartier en voz alta para responder que no podemos pensar el porvenir con las categorías del presente.«Aparte de sus valores como objeto de culto, el libro como soporte», aclara, «sigue manteniendo la ventaja de que resulta más transportable que un ordenador. Pero, en cualquier caso, asistimos a una revolución mucho más profunda que la imprenta de Gutenberg o el surgimiento de la televisión. Con el texto electrónico cambia la técnica, el soporte y la secuencialidad, pero se transforma la lectura misma. Es una auténtica revolución que está siendo más analizada desde un punto de vista técnico o sociológico que desde un planteamiento histórico. Nos falta distancia todavía».

Grecia y Roma, la Edad Media, la reforma protestante, el papel de la Ilustración, la socialización de la lectura en el siglo XIX hasta llegar a las nuevas tecnologías desfilan por un libro que Chartier cree interesante tanto para un público universitario y erudito como para cualquier lector. «Es como Internet», apostilla, «cada cual debe leer aquellos capítulos que le interesen».

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