La "comisión Attali" propone una revolución silenciosa en la enseñanza superior francesa
El informe apuesta por una financiación ligada a la calidad de la educación
, Jacques Attali, antiguo consejero de François Mitterrand, novelista, filósofo, político, economista y ex alumno de Polytechnique y de la prestigiosa École Nationale d"Administration (ENA), parece haber conseguido lo imposible: plantear un proyecto de reforma de la universidad francesa sin provocar una huelga estudiantil. El informe de la comisión Attali se titula Por un modelo europeo de enseñanza superior y ha sido realizado por encargo del ministro de Educación, Claude Allègre. A diferencia del referido a la reforma del bachillerato, recientemente presentado, propone una inversión extraordinaria para llevar a cabo los cambios.
Desde hace 20 años, desde mayo de 1968, los proyectos se suceden y sólo sirven para descabalgar al ministro de turno, incapaz de resistir la presión de multitudinarias manifestaciones callejeras. Attali parece haber encontrado la fórmula: se rebela, pero respeta las formas de la obediencia. En su informe no sale nunca la palabra «selectividad», ni «obligatorio», ni «de pago» y mucho menos se habla de suprimir títulos existentes. Sin embargo, si se aplican sus planteamientos, la enseñanza superior francesa vivirá una revolución.
Un ejemplo: la financiación. Las universidades y la mayoría de las grandes écoles -hay que dejar al margen las de Comercio- viven del dinero público. Éste se reparte en función de unos baremos «objetivos», es decir, cuantitativos: número de estudiantes, de profesores o de metros cuadrados.
Agencia de Evaluación
Attali propone la creación de una Agencia Superior de Evaluación. No se trata aún de un organismo independiente, como existe en Estados Unidos o en Gran Bretaña, sino de un servicio del Estado. Pero su misión será evaluar un centro en función de parámetros distintos a los cuantitativos. Lo que contará serán los resultados, no el número de matriculados, sino el de doctores, el de profesores citados en las revistas científicas más prestigiosas, el de alumnos bien integrados en la vida profesional, la calidad y, en definitiva, la eficacia de la enseñanza.Una universidad como la de Estrasburgo ya capta cada año más de 500 millones de francos (12.500 de pesetas) privados para investigación científica. La Agencia Superior de Evaluación puede reorientar no sólo las subvenciones privadas, sino, sobre todo, las públicas.
La segunda gran reforma es la referida a los títulos. Francia tiene una especialidad en siglas incomprensibles: IUT, DEUG, DEA, DESS, BTS, bi-DEUG y otras muchas que se refieren a tipos de centro y duración de los estudios.
Attali quiere que esa ensalada de letras quede resumida en licenciatura (tres años), nouvelle maitrise (cinco años) y doctorado (ocho años). En el caso de medicina es interesante señalar que desaparece el primer año selectivo y la barrera se traslada al tercer curso. En resumen, de lo que se trata es de equiparar las universidades y grandes écoles francesas a los centros y la titulación existente en la mayor parte de Europa.
El tercer aspecto novedoso o revolucionario del plan Attali consiste en abrir las puertas de los centros de élite a los llamados sectores populares. Si hace 40 años el 30% de los alumnos que acudían a la ENA era de extracción popular, en la actualidad sólo un 7% no pertenece a una élite que se reproduce de manera endogámica.
Attali inventa pasarelas para que los estudiantes puedan ir de una universidad a otra, de una carrera de letras a otra, de un centro clásico universitario a una grand école. La Polytechnique o la ENA dejarán de ser los únicos suministradores, los proveedores exclusivos de funcionarios del Estado. Además, los universitarios disponen de una mayor flexibilidad, pues ahora se les permite parar los estudios durante tres años y reemprenderlos luego, cuando por razones de madurez o de trabajo les convenga más.
Jacques Attali ha descrito la enseñanza superior francesa como un «Gulliver prisionero», un gigante que no logra sacar partido de su fuerza, entre otras cosas porque, entre 1900 y 1998, ha pasado de 30.000 estudiantes a 2,1 millones.
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