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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vísperas del debate

EL DEBATE sobre el estado de la nación que comienza hoy ha ganado en interés público respecto de anteriores ediciones. Esta renovada expectación viene motivada por tratarse de la primera confrontación dialéctica entre el presidente del Gobierno, José María Aznar, y el reciente ganador de las primarias del PSOE, José Borrell. La fulgurante irrupción del candidato socialista en la primera fila del escenario político ha elevado la temperatura del debate, caldeada por las encuestas, que de forma casi unánime recogen una notable sacudida del mapa electoral a mitad de la legislatura.Algunos hechos recientes han venido a crear inesperadas zonas de fricción entre el Gobierno y el primer partido de la oposición. Así ha ocurrido, lamentablemente, con el problema político más doloroso que padece este país: el terrorismo. El presidente del Gobierno se equivocó el sábado al afirmar en Vitoria, en un exceso temperamental infrecuente en él, que «ETA y HB acabarán todos en la cárcel». Seguramente pretendía galvanizar el ánimo de los militantes populares, contrarrestando su desmoralización por los últimos asesinatos de Tomás Caballero y Alfonso Parada, pero el presidente sabe que esto sólo sería posible en un Estado de derecho mediante juicios con las debidas garantías, y que resulta inviable en la práctica. En momentos de alta tensión no parece que el papel del presidente sea el de subir aún más el voltaje.

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Pero en materia tan inflamable como la lucha antiterrorista corresponde a todos mantener la cabeza fría. También al PSOE, que tuvo la oportunidad de subrayar en el mensaje de Aznar algunas novedades, como el tajante reproche lanzado por primera vez a sus socios parlamentarios del PNV por insistir en la vía del diálogo con el mundo de ETA y HB con dos cadáveres todavía calientes. Pero de nuevo los partidos democráticos -para desmoralización de los ciudadanos- exhiben abiertamente sus diferencias, y en el momento de la verdad, la tan proclamada unidad de acción contra el terrorismo deviene en pretensión frustrada.

El debate de hoy es el lugar y el momento adecuado para que el presidente del Gobierno explique cómo pretende articular esa unidad de acción, o si la da por definitivamente clausurada, y para que aclare cómo va a resolver la persistente contradicción en esta materia con un partido como el Nacionalista Vasco, con el que cuenta para formar mayoría parlamentaria. La reprimenda que en términos tan tajantes dirigió el sábado al PNV debe trasladarla a la negociación permanente entre ambos partidos: no puede ser que estén de acuerdo en todo excepto en la lucha antiterrorista, donde sus posiciones son cada vez más distantes. Visto lo visto, es un ejercicio de optimismo pensar que este nuevo episodio de confusión en la estrategia antiterrorista se vaya a aclarar hoy.

La estrategia del Gobierno y la de los socialistas para el día de hoy están prácticamente decididas. Cada uno buscará su terreno de juego. Aznar no va a insistir en los conflictos pudiendo exhibir una evolución económica excelente. Por si hubiera alguna duda, el paro registrado por el Inem bajó en 71.000 personas en el mes de abril, lo que sitúa el número de desempleados por debajo de los dos millones. La integración en el euro y la reducción de impuestos que propone el Ministerio de Economía son éxitos que Aznar puede capitalizar legítimamente. Y si además consigue reforzar la alianza política con CiU y el PNV, la imagen de estabilidad en torno al centro político será tan valiosa como la económica.

No va a ser nada fácil el debut de Borrell como portavoz parlamentario y candidato del PSOE a la presidencia. Tiene a su favor bazas políticas reales, pero de difícil concreción: la utilización abusiva de los medios de comunicación públicos, el deterioro de la enseñanza, los recortes y problemas en la sanidad, la presencia de la cultura siempre en un lugar subsidiario de las preocupaciones del PP. Aunque sea Aznar quien se examine hoy de su segundo año al frente del Gobierno, Borrell está también obligado a demostrar que su partido tiene propuestas alternativas a las del PP. Sólo así confirmará las posibilidades que le atribuyen las encuestas en su camino hacia La Moncloa.

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