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Emilio Lledó recopila algunos de sus saberes en "Imágenes y palabras"

«Soy absolutamente moderno y preilustrado todavía», afirma

No se considera un filósofo, ni un hombre reflexivo, tan sólo «un profesor que ha dedicado parte de su vida a estudiar la filosofía y lo ha pasado muy bien enseñando a los demás». Emilio Lledó (Sevilla, 1927; desde los cuatro años, en Madrid), que sabe, entre otras cosas, de etimologías, no cree que júbilo y jubilación tengan la misma raíz. Y lo piensa teniendo entre sus manos su último libro, Imágenes y palabras (Taurus), una recopilación en la que están todas sus preocupaciones y sus quehaceres.

«Ese hilo común que puede encontrarse en este libro», dice, «me ha sorprendido hasta cierto punto, al leer las pruebas» y es que en Imágenes y palabras «hay algo autobiográfico, ahí están los temas que me han preocupado siempre, las obsesiones que me han acompañado, lo que considero el centro del humanismo». Son ideas como justicia, bien, belleza, verdad. «Tal vez suenen a música celestial, pero son, éstas y otras, los vectores de la vida; no hay mucho más en la existencia humana». Y Emilio Lledó se ocupa de ellas, en esta recopilación, en esta voluminosa miscelánea, a su manera, llegando: y en este sentido, reconoce, es un libro «divertido porque es diverso y está cosido con los hilos que a mí me interesan».«Yo no creo en las verdades eternas», afirma Lledó. «No hay más verdades que las del hombre. Me molesta el adjetivo eterno, casi lo odio. No hay verdades absolutas; la verdad democrática es la verdad de una lucha, de un diálogo continuo, de un progreso, que se hace hacia adelante, contrastando opiniones, ideas, incluso ideologías».

Las verdades, pues, no eternas, ¿mudables, acaso? «Tampoco, la existencia del bien, de la verdad, de la justicia no puede desaparecer, porque son nociones hacia las que el hombre siempre va, constituyen la vida humana». Son, acepta, palabras aparentemente pomposas, «tal vez de un humanismo que puede ser considerado decimonónico: no lo es, en absoluto».

Emilio Lledó, insiste en muchos de los escritos de este libro, lo viene manteniendo desde siempre, no cree en verdades absolutas, sino en una marcha hacia una tensión, hacia un sentido humanístico de la vida. «El humanismo se fundamenta en cosas tan sencillas como defender el aire, el agua, la atmósfera, los mares». En su opinión, lo que ha ocurrido, estos días de atrás, en Doñana es «una de las cosas más siniestras sucedidas en estos últimos años para la vida objetiva de este país y mucho peor que robar o tantos otros escándalos de primera página de los periódicos; porque estos escándalos son reversibles, alguien va a pagar por ello, con razón o sin ella -con razón, posiblemente-, pero lo de Doñana es irreversible».

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