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«Tuve que beber mi propia orina», asegura un superviviente

La pesadilla para Roberto Robustelli, un estudiante de Filosofía de 22 años de edad, terminó pasadas las seis de la tarde del viernes, cuando la sonda ultrasensible descubrió las latidos de su corazón. Roberto, vecino de Episcopio, la barriada alta de Sarno, donde residían unas 4.000 personas antes de la catástrofe, llevaba casi 72 horas refugiado en una especie de armario, sobre el garaje de su casa, cuando los equipos de rescate llegaron hasta él. No fue tarea fácil liberarlo, y al final fue preciso echar mano del helicóptero, porque hasta la casa de Robustelli, situada en el corazón de la zona devastada por la embestida de la lengua de fango, era prácticamente imposible llegar por tierra.Roberto fue encontrado junto al cadáver de su padre, incapaz de afrontar la hazaña de su hijo. «He tenido que beber mi propia orina para no morir de sed», declaró el viernes el joven desde el hospital donde se recupera del estado de choque traumático en el que fue recogido tras pasar 72 horas semiacostado en el techo del garaje.

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Los peores momentos fueron los primeros. Cuando la masa de barro invadió el sótano y fue ganando terreno, alcanzando un nivel cada vez más alto. «Yo llamaba a mi madre, estaba convencido de que alguien tenía que oírme». Pero durante dos largos días nadie se acercó lo bastante hasta la casa como para escuchar sus lamentos. La casa de Robustelli está rodeada de edificios que parecen hoy en estado de ruina avanzada; en uno de ellos, la avalancha de tierra volcánica desprendida de la montaña abrió un boquete de proporciones gigantescas y una montaña de lodo oscuro se alza ahora donde antes se cruzaban dos callejones.

Una vez liberado de su escondite en el garaje, Roberto Robustelli hubo de ser llevado al tejado para ser evacuado desde allí por un helicóptero. El viernes fue un gran día para los equipos de rescate.

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