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Los vecinos de Sarno afirman que la montaña "avisó" seis horas antes de producirse la catástrofe

La montaña avisó, dice Anniello d'Angelo, vecino de Episcopio, la barriada alta de Sarno, devastada la noche del martes por un mar de fango desprendido del Pizzo d'Alvano, la montaña de 1.130 metros que domina la localidad, situada a unos 40 kilómetros al oeste de Nápoles. «A las cinco de la tarde ya bajaba un río de melma por mi calle, y en la plaza de la iglesia, el barro llegaba a las rodillas». A las ocho, la lluvia seguía cayendo y la situación había empeorado lo suficiente para que D'Angelo se atrincherara con su familia en la planta alta de su casa en espera de algún aviso de las autoridades que nunca llegó.

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Al filo de las 23.30, ocurrió la tragedia: la montaña se abrió por dos o tres fracturas y dejó escapar en pocos segundos un millón de metros cúbicos de tierra fangosa sobre Episcopio. De los 116 cadáveres recuperados hasta ahora en toda la comarca siniestrada, 84 lo han sido en este barrio de Sarno, del que faltan todavía más de dos centenares de vecinos. Las autoridades hablan de un centenar de desaparecidos en Sarno y pueblos vecinos, pero otras fuentes elevan la cifra hasta los 300 o 400.En la distancia, Sarno aparece velado por la bruma. Pero no es bruma matinal lo que emborrona el paisaje de este pueblo de 40.000 habitantes, situado entre los Apeninos Irpinos y el mar Tirreno, sino una polvareda siniestra que se eleva de las primeras capas de barro solidificadas ya por el sol abrasador. Polvareda agravada por el tráfico intensísimo de ambulancias, coches de bomberos, camiones de Protección Civil, máquinas excavadoras de todos los tamaños, grúas, coches de la policía y vehículos de los residentes que intentan desesperadamente seguir atendiendo sus asuntos. Este es el panorama que ofrece ahora cuatro días después de la tragedia la localidad de Sarno.

Una amplia franja del pueblo, la barriada alta de Episcopio, presenta el aspecto de haber sufrido un intenso bombardeo que ha dejado un cráter de tierra ácida de dos o tres metros de altura, tierra que las excavadoras y los voluntarios cubiertos con mascarillas y provistos de palas han ido apilando a ambos lados de lo que fueran calles en Viale Margherita, la vía que asciende hasta la base de la espinada montaña, el olor punzante del barro negrísimo se mezcla con el del carburante pesado de camiones y excavadoras. Algunas las manejan soldados del Ejército italiano en uniforme de campaña. Otras están en manos de los hombres de Protección Civil, que visten monos color naranja. La diversidad de uniformes y divisas sobre el terreno es tal que resulta difícil imaginar que un mando único, coordinado dirija a los equipos de rescate.

En lo alto de Viale Margherita, el paisaje del pueblo aparece completamente desfigurado. La primera fila de edificios modernos, de tres plantas que sufrió de lleno la embestida del barro ha dejado de existir. En su lugar hay un montículo de escombros donde la tierra negra y húmeda se mezcla con los restos de paredes maestras, hierros retorcidos, fragmentos de plantas, colchones y un sinfín de objetos domésticos.

Algunos edificios fueron cortados en dos por la poderosa lengua de fango de 30 metros de ancho que invadió Episcopio, avanzando por la barriada dos kilómetros abajo. Sólo ha quedado intacto el barrio antiguo de Sarno, en el que las casas fortificadas por altas tapias de piedra se alinean en calles irregulares. Pero hace mucho que la construcción sin criterios urbanísticos y de seguridad se ha enseñoreado de Sarno y de la barriada de Episcopio. Lo que se ha construido en los últimos años no tiene orden ni concierto, carece de personalidad y solidez frente al enemigo latente de la montaña.

Talento borbónico

Los aquí denostados Borbones, que gobernaron hasta el siglo pasado en Nápoles, construian después de todo con más talento y más sentido práctico. Abriendo canales de irrigación, los Regi Lagni, para absorber el flujo de agua de las torrenteras, canales que han ido cegando los detritos y la desidia.En medio de la desolación del barrio alto de Sarno, los equipos de rescate trabajan cuidadosamente con sondas y perros adiestrados en la esperanza de escuchar un improbable latido de vida. En torno a ellos, grupos de vecinos contemplan en silencio la operación. Uno de los testigos más atentos, es el padre de un niño de ocho años, atrapado por el fango cuando bajaba a la bodega a buscar una botella de vino.

A espaldas de este enorme solar de escombros, está lo que queda del hospital Villa Malta donde seis personas, cinco de ellas miembros del equipo médico, fueron engullidas en un segundo por la avalancha del martes. «El barro entró por la planta baja con tal fuerza que hizo saltar la escalera de raíz y desplazó hacia arriba a los médicos que atendían a varios pacientes», explica el encargado de Protección Civil. El impacto ha sido tan fuerte que muchos cuerpos han quedado enterrados bajo masas enormes de fango y escombros. El responsable del departamento, Franco Barberi, ha advertido ya que llevará semanas la recuperación de todos los cadáveres.

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