El futuro Banco Central Europeo tendrá más independencia que la Reserva Federal de EE UU
La ley europea fija como objetivo principal del futuro Banco Central Europeo (BCE) la estabilidad de precios. Sólo en segundo lugar, y siempre que no se perjudique ese objetivo prioritario, deberá apoyar «las políticas económicas generales de la Comunidad». La ley estadounidense fija a la Reserva Federal tres tareas igualmente prioritarias pero expresadas por este orden: 1) Fomentar de forma eficaz un nivel máximo de empleo; 2) precios estables y 3) tipos de interés a largo plazo moderados. Esta es la diferencia más polémica entre los dos órgano rectores de la política monetaria europea y estadounidense.
La Reserva Federal está comprometida por la Humphrey-Hawkins Act de 1978 no sólo a luchar contra la inflación sino también a favor del empleo y de un crecimiento económico equilibrado. El BCE está obligado por el Tratado de Maastricht exclusivamente a luchar contra la subida de precios. Esta es la diferencia legal más importante, pero no la única. Además, los europeos han concedido más independencia a su banco que los norteamericanos al suyo. Los seis miembros del comité ejecutivo del BCE son nombrados por los jefes de Estado y Gobierno de los Quince y no tienen que ser refrendados por nadie más, aunque el Parlamento Europeo tendrá derecho a emitir un voto consultivo. El nombramiento de los siete miembros del comité equivalente en la Reserva Federal tiene que ser refrendado por el Senado, que puede rechazarlo.
El estatuto de la Reserva Federal puede ser modificado por el Congreso de EE UU. El del BCE es prácticamente imposible de cambiar, porque exigiría modificar un tratado internacional, lo que implicaría volver a someterlo a los parlamentos o refrendos de los países miembros de la UE.
La diferencia es importante porque la posibilidad de cambiar el funcionamiento de cualquier banco central ha sido siempre un arma poderosa para los responsables políticos de un país. Los expertos recuerdan que cuando el Bundesbank se opuso, en los 70, a los primeros intentos de abrir camino a una moneda única, Helmut Schmidt lanzó la clara amenaza de llevar al Parlamento la reforma del estatuto del banco.
Las decisiones de política monetaria del BCE no podrán ser revocadas por ningún organismo de la Unión ni por los parlamentos nacionales. La ley estadounidense establece que el Congreso puede revocar cualquier decisión de la Reserva Federal, con una ley y el visto bueno del presidente.
Esta facultad no ha sido utilizada, pero procede de la idea de que la independencia de la Reserva Federal es consecuencia de una delegación de autoridad del Congreso. En cambio, los Quince conservarán parte de esa autoridad al establecer que serán los ministros quienes fijen los tipos de cambio entre la moneda europea y otras divisas. Pero, según el Tratado, la decisión del Consejo sobre tipos de cambio deberá ser adoptada por unanimidad «sobre la base de una recomendación del BCE», con el fin de lograr un consenso «compatible con el objetivo de la estabilidad de precios».
Además, el BCE no estará obligado a seguir las orientaciones generales para el tipo de cambio especificadas por los ministros, si las considera incompatibles con ese objetivo. Los expertos opinan que el hecho de que sea el Consejo el que fije el tipo de cambio resulta irrelevante, porque los tipos de cambio a corto plazo dependen de los tipos de interés y éstos estarán en manos sólo del BCE.
Las diferencias entre el BCE y la Reserva Federal indican que el modelo estadounidense no sirvió como inspiración para los redactores del Tratado de la UE y que fué el banco central alemán el principal modelo. El Bundesbank, en efecto, tiene también encargada como principal prioridad la estabilidad de la moneda y, sólo en segundo plano, el apoyo a la política económica del Gobierno. Existe una diferencia importante que acentúa la independencia del BCE, según explica un infome del Parlamento Europeo: el BCE «no estará integrado en un sistema político operativo, con sus diferentes polos institucionales y de poder».
Será el banco central más poderoso e independiente del mundo. Pero aunque está demostrado que la independencia de un banco central es fundamental para la lucha contra la inflación, también es seguro que sus decisiones influyen en variables como inversión, empleo y crecimiento. Algunos políticos europeos opinan que no ha quedado bien equilibrada esa doble responsabilidad.
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