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Reportaje:

La cantante Renata Scotto afirma que «los jóvenes están obsesionados con la promoción»

La gran "diva" debuta mañana en el Real en sustitución de Víctoria de los Ángeles

Jesús Ruiz Mantilla

Renata Scotto no es una soprano al uso. Pero lo que no puede disimular es un divismo labrado en más de cuatro décadas de carrera por todos los escenarios del mundo. Tampoco parece hacer buenas migas con las de su casta y se esfuerza por recalcar su lado polifacético. «Me considero música», afirma. Nada más ni nada menos. Y es que ella ha probado de todo en el mundo operístico, incluso la dirección de escena. Ahora está en Madrid, donde adelanta un año su presentación en el Teatro Real con un programa que incluye piezas españolas de Granados y Obradors.

Renata Scotto sustituye mañana a Victoria de los Ángeles, que ha tenido que suspender su recital por la reciente muerte de un hijo. Rubia, vital, pelo recogido, sonrisa amplia y generosa, ironía fina, ironía de prima donna descarga la cantante de Savona (Italia). La soprano llega a Madrid con ganas de contar sus nuevos proyectos. Ya no le van más los repertorios con los que en décadas pasadas dejaba boquiabiertos a los amantes de la ópera. Ya no presta el más mínimo interés por Puccini ni por Verdi, ella, que les adoró, que les encumbró aún más interpretando algunos de sus personajes ( Madama Butterfly , la Mimi de La boheme, su Violetta en La Traviatta, Lady Macbeth...). «No me interesan más esos papeles. Ahora quiero prestar atención a los compositores contemporáneos», dice. Pero también se dedica en cuerpo y alma a sus montajes escénicos. «Espero dentro de poco estrenar alguno de mis espectáculos en el Real», asegura. Y a sus clases magistrales en el Metropolitan de Nueva York, donde se ocupa de un programa especial de jóvenes valores o en La Scala de Milán, adonde ella misma llegó con 18 años para estudiar canto. «En mis clases trato de enseñar la comunicación con el público», asegura esta soprano que, además de destacar por su voz, ha sobresalido siempre por sus dotes de actriz, hasta tal punto que muchos la han considerado al nivel de María Callas.

Scotto, con muchos callos a estas alturas en esto del bel canto , cree que, ahora, los cantantes jóvenes «están obsesionados con la promoción». «Primero deberían aprender a cantar, hacerse un repertorio y, después, en veinte años, dedicarse a la publicidad. Pero con las prisas se meten en papeles para los que no están preparados y a los cinco o seis años se les rompe la voz», dice. Y añade: «muchos agentes también tienen la culpa de echarles a perder».

Se muestra entusiasmada con dos proyectos nuevos. El primero es una ópera autobiográfica cuyo lebreto escribe su hijo, Filippo Anselmi, un actor y autor teatral de 25 años y del que no da el nombre del compositor -«por si se tuerce, que yo soy muy supersticiosa»-. Otro es el montaje de La medium, de Menotti, un compositor italiano contemporáneo, sobre temas del más allá, que ella dirigirá e interpretará.

Huye de las luces espectaculares y no quiere ni oir hablar de formar parte de unas hipotéticas Tres sopranos . «No me interesa nada», afirma. Y, de paso, saca a relucir su divismo: «Además no me llevo bien con las sopranos. Prefiero los tenores». Pero es un divismo fino, señorial y hasta simpático. Un divismo que no la ha hecho reclamar que la instalaran en algún baño del hotel en que se hospeda una cocina para poder poner en práctica una de sus aficiones favoritas, como ha exigido Luciano Pavarotti este fin de semana en Bilbao.

Renata Scotto, sin embargo, no renuncia a salirse del ámbito operístico y hacer una gira con piezas de music hall. «Puede que lo haga el año que viene con una orquesta italiana. Pero será algo con buen gusto».

En cuanto a las innovaciones en la dirección de espectáculos de ópera, la cantante se muestra condescendiente pero «sin pasarse», dice. «Me gusta explorar caminos nuevos, pero todo tiene un límite, una cosa es innovar y otra muy distinta es convertir a la Violetta de La traviatta en una drogadicta».

La artista no quiere ni oir hablar de retirada. «Tengo muchas cosas que dar todavía», confiesa. «A mi edad (65 años), puedo decir que soy plenamente feliz y es porque toda la experiencia que tengo la estoy volcando en todo lo que hago y me gusta mirar para adelante», dice. «El ayer no es importante para mí», asegura ella que es una de las figuras líricas más importantes de la última mitad de siglo, «del pasado sólo sirve la experiencia».

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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