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Reportaje:

La ciudad pierde a sus muertos

Madrid extravía los cuerpos de sus hijos ilustres a pesar de que los entierra con grandes alharacas

Vicente G. Olaya

"No hay que ser fetichistas con las cosas materiales, ya que el cuerpo es algo transitorio", dijo el miércoles el alcalde, José María Álvarez del Manzano, tras conocer que la Dirección General de Patrimonio quiere desenterrar el cuerpo de Velázquez, oculto supuestamente bajo el pavimento de la plaza de Ramales. El regidor tiene razón, y más en Madrid, donde los muertos, aunque sean ilustres, van de un lado a otro, hasta perderse. En el siglo XVIII, el marino cosmógrafo Jorge Juan recorría el globo terráqueo intentando medir el arco meridiano del ecuador. Este militar tuvo tiempo además para proyectar los arsenales de Cartagena y Ferrol, el observatorio astronómico de Cádiz y escribir varias obras sobre topografía y política. Cuando murió en 1773, se le concedieron los máximos honores. Pero poco después, y a pesar de las alharacas, sus vestigios se perdieron. Según el cronista Mesonero Romanos, los restos del navegante "yacen ignorados en algún rincón o sótano de la Casa Consistorial".

Diego de Silva y Velázquez murió en 1660. Su cuerpo -vestido con manto, insignia roja en el pecho, sombrero, espada, botas y espuelas- fue inhumado en la capilla de San Juan, entre el llanto del rey Felipe IV. Pero la iglesia donde descansaba el pintor fue derribada en 1810. El templo fue sustituido por una plaza, la de Ramales. Del cuerpo del pintor nunca más se supo. Ahora, Patrimonio lo quiere desenterrar, aprovechando que el Ayuntamiento pretende hacer unas obras sobre la sepultura de asfalto y coches que cubre al artista.

Cripta vacía

Lope de Vega falleció en Madrid, en el inmueble que ahora es el Museo Lope de Vega. El Fénix de los Ingenios fue enterrado en la cripta de la iglesia de San Sebastián. "Pero la fama es efímera", explican responsables del museo, "y en el siglo XVIII se vació la cripta. Al final, los restos fueron llevados a un osario común. Nadie sabe dónde se encuentran". Con el autor de El Quijote, pasa algo parecido: no se puede decir con exactitud dónde se hallan sus vestigios. Cuando Miguel de Cervantes dejó de toparse con la iglesia, su cuerpo fue llevado al convento de las Trinitarias. Pero las modificaciones que sufrió el cenobio hicieron que la tumba se perdiera. Bajo alguna parte del pavimento se encuentran ahora sus huesos. De hecho, una placa recuerda que por allí deben de estar.

Fray Bartolomé de las Casas, el dominico que convirtió en hijos suyos a los indios, fue inhumado en la Real Basílica de Atocha, y allí estuvo durante tres siglos. Pero el templo se quemó durante la guerra civil.

El hermano Carlos, uno de los frailes que conservan la actual basílica, comenta: "En 1951 se levantó un nuevo templo y un colegio. El colegio se construyó sobre el cementerio donde se enterraba a los hermanos. Fray Bartolomé fue exhumado, y creemos que se lo llevaron a Valladolid. Pero no estamos seguros. Unos hermanos dicen que sí y otros que no. O sea, que vaya usted a saber".

Junto a la basílica de Atocha se levanta el Panteón de Hombres Ilustres, un impresionante monumento de estilo bizantino erigido en 1890. Estaba destinado a albergar a los grandes hombres de España. En 1901 llegaron las primeras remesas: Prim, Castaños, Palafox y Ríos Rosas. Posteriormente se añadieron los cuerpos de Cánovas, Sagasta, Canalejas, Dato...

Pero es el sino de Madrid perder a sus muertos. Hace algunos años, Zaragoza, Reus y Bailén reclamaron los cuerpos de sus hijos insignes. Sabían que Madrid era capaz de perderlos. Así, el panteón se quedó sin Prim, Castaños y Palafox. "Como sigamos así nos vamos a quedar nosotros solos", explicó hace unos días un empleado de Patrimonio Nacional, de quien depende el panteón. "El edificio no tiene ninguna publicidad oficial. Como mucho entran 50 personas al día, y la mayoría extranjeros que duermen en un hotel cercano. Antes daban folletos, pero hará dos años que se han agotado", dijo.

La historiadora María Isabel Egea escribió hace unos años: "Madrid es, sin duda, la ciudad que más muertos ha perdido". No debe de estar muy equivocada.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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