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Francia descarga sobre Estados Unidos la responsabilidad en el genocidio en Ruanda

Si se trata de buscar culpables por el genocidio ruandés de hace cuatro años, hay que mirar preferentemente hacia EE UU y Uganda, e incluso hacia la ONU, pero nunca hacia París. Éste es el mensaje que los antiguos gobernantes franceses repitieron ayer ante la comisión informativa creada en el Parlamento de su país para tratar de establecer las responsabilidades por el asesinato de unos 800.000 ruandeses. Al unísono, sin fisuras, los ministros de la época exculparon a Francia de responsabilidad en la gigantesca matanza desencadenada en la primavera de 1994.

Pese al inequívoco apoyo militar prestado al régimen radical hutu de Juvenal Habyarimana antes, durante y después del genocidio, el ex primer ministro Édouard Balladur y los antiguos titulares de Defensa, François Léotard, de Exteriores, Alain Juppé, y de Cooperación, Michel Roussin, elogiaron el papel desempeñado por su Gobierno, «el único país», enfatizaron, «que no cerró los ojos ante la tragedia». Tras sacudirse de toda culpabilidad, los antiguos gobernantes de la época vertieron buena parte de la responsabilidad sobre el papel de respaldo a la guerrilla tutsi desempeñado por Estados Unidos. «Algunos elementos de la guerrilla tutsi que penetraron en Ruanda desde Uganda habían sido adiestrados en Estados Unidos», afirmó Eduard Balladur y repitió François Léotard. Esbozaron una nueva teoría (no sustentada en ningún informe independiente) según la cual los dirigentes tutsis aprendieron en Phoenix (Arizona) el manejo de los misiles tierra-aire que el 6 de abril de 1994 abatieron, en las inmediaciones del aeropuerto de Kigali, el avión en el que viajaban Habyarimana y su homólogo de Burundi, Cyprien Ntaryamina. Según la ONU, el derribo fue ocasionado por los sectores más radicales del Gobierno hutu que no perdonaron al presidente las conversaciones de Dar-Es-Salam (Tanzania), mantenidas con la guerrilla tutsi y con presencia de los presidentes de Zaire, Mobutu Sese Seko, y de Uganda, Yuweri Museweni. Citando fuentes de los servicios secretos franceses, François Léotard afirmó que todos los datos abundan en la tesis de que el atentado, detonante de la matanza que acabó con cientos de miles de tutsis y hutus moderados, fue cosa de la guerrilla tutsi del Frente Patriótico Ruandés (FPR). «Un comando de las FPR se encontraba en las proximidades del aeropuerto y controlaba parte de sus accesos», indicó el ex ministro de Defensa antes de señalar que, de acuerdo con el espionaje francés, los autores del atentado llegaron en vehículos de la ONU.

Tanto Léotard como el resto de sus antiguos compañeros de Gobierno desmintieron enérgicamente que los misiles formaron parte del arsenal confiscado en Irak por el Ejército francés. De manera implícita, los ministros de la época apuntaron, más bien, que esas armas, que «pertenecían a las dotaciones propias del Ejército ugandés», pudieron proceder de EE UU.

Una tesis opuesta radicalmente a la que el diario Le Soir ofreció en su edición de ayer. Según el vespertino belga, los misiles en cuestión estuvieron ocultos en la Embajada de Zaire en Bruselas y fueron embarcados en Ostende hacia Goma (República Democrática del Congo, antiguo Zaire), a través de un traficante de armas conocido como H que trabajó para los servicios secretos franceses. Ballladur destacó, eso sí, que en la época del genocidio ruandés la política africana francesa era coordinada con el presidente de la República François Mitterrand.

Además de tomar declaración a altos responsables políticos, militares y diplomáticos y de recabar la opinión de los estudiosos del genocidio ruandés, la comisión parlamentaria francesa solicitará igualmente el testimonio del secretario general de la ONU, Kofi Annan, y de su antecesor en el cargo, Butros Butros-Gali.

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