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Reportaje:

Renzo Piano gana el Pritzker de Arquitectura

El arquitecto italiano, de 60 años, recibirá el galardón en junio en la Casa Blanca

El arquitecto italiano Renzo Piano -cuya fama se inició con la construcción del Centro Pompidou de París (1971-1976, diseñado con Richard Rogers) y se consolidó con el éxito de la Colección Meni en Houston (1982-1987)- ha sido elevado oficialmente a la categoría de estrella con la concesión del Premio Pritzker de este año. El Pritzker está considerado como el Nobel de la arquitectura. En anteriores ediciones fueron distinguidos, entre otros, el español Rafael Moneo, Frank Gehry y Alvaro Siza. El Pritzker, dotado con 15 millones de pesetas, será entregado el próximo 17 de junio en la Casa Blanca.

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Pianoforte

La diferencia entre Renzo Piano y la mayoría de los arquitectos estrella es su reconfortante independencia de ideas y estilos preconcebidos. Cada proyecto se enfoca como una singular travesía colectiva en la que hay descubrimientos de soluciones técnicas, adaptaciones a situaciones históricas y naturales y, sobre todo, un diálogo significativo con todo tipo de participantes. Clientes, ingenieros, contratistas, diseñadores: todos tienen voz, mientras Piano se acomoda y enciende un puro, aspirando al mismo tiempo todo lo que se dice, convencido de que saber escuchar es la base del buen diseño. La relación dialéctica de Piano con el difunto Peter Rice les inspiró soluciones estructurales tan fantásticas como la idea de los pétalos de flor para el estadio de Bari (1988-1990). Los dibujos de Piano -pasados luego a sus colaboradores de siempre, como Bernard Plattner y Paul Vincent en el estudio de París, y Shunji Ishida y Mark Carroll en el de Génova- son como mapas ingenuos y diminutos que sirven de catalizadores para el diálogo creativo en un proceso de diseño genuinamente lateral.

Ingeniería experimental

Considerada inicialmente como una arquitectura hígh tech debido al énfasis puesto en las estructuras innovadoras y vistas, la obra de Piano ha evolucionado hasta convertirse en un generoso conjunto de ingeniería experimental, programas sensatos y respeto estilístico por el lugar. Su producción reciente abarca desde sutiles edificios poco llamativos, como las viviendas de la Rue de Meaux en París (1988-1991), forradas de paneles de terracota montados en seco, hasta proyectos de gran presencia icónica, como el nuevo Museo de las Ciencias y la Tecnología con forma de barco situado en el puerto de Amsterdam (1993- 1997). Para Piano, llamar a su estudio "taller de construcción" suena tan idealista como la elección del nombre de Bauhaus por parte de Walter Gropius, e implica un similar ética de la artesanía y la colaboración. Después de treinta años de ejercicio profesional y de un irrenunciable compromiso con el razonamiento inductivo, Piano -que acaba de cumplir 60 años- ha reconocido el valor pedagógico de su experiencia. Su nuevo libro, Cuaderno de bitácora de Renzo Piano, está repleto de lecciones sobre cómo lograr la ligereza y la transparencia salvando las diferentes circunstancias de cada proyecto. Recientemente ha prometido abrir una escuela en su estudio de Génova, en la que espera recibir principalmente a estudiantes de países en vías de desarrollo.

Los años noventa han sido sumamente activos para el Renzo Piano Building Workshop, que ha visto la terminación de uno de los edificios más grandes del mundo, el aeropuerto de Kansai, en Japón, la recuperación para usos culturales de la gigantesca fábrica Fiat en Lingotto (Turín), y la realización de trozos significativos de ciudades europeas, como el conjunto del Auditorio de Roma, el Palacio de Congresos de Lyón y plan urbanístico de la Potsdamer Platz, con la torre de la firma Daimler Benz, en el corazón de Berlín. La misión de Piano a todas las escalas es conseguir la transparencia: "Lo inesperado, lo inacabado y los procesos transparentes son factores necesarios para recuperar la complejidad de los lugares urbanos".

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