La X feria de antigüedades Artemanía abre hoy sus puertas con 50 expositores

Vajillas modernistas pintadas a mano, delicadas jardineras de Sévres, un tríptico flamenco del XVIII en perfecto estado, un pequeño Cristo palentino del siglo X, una vasija china del Neolítico, un orinal del XIX... Todo esto y mucho más puede encontrarse en la décima feria de antigüedades Artemanía, que reúne en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid (paseo de la Castellana, 99) a 50 anticuarios de toda España. La feria estará abierta al público desde hoy hasta el 26 de abril.

Con 50 stands (20 más que en la última edición, y otros 20 se han quedado fuera esta vez por falta de espacio) y unos precios que oscilan entre 2.000 pesetas y varios millones, Artemanía espera superar esta vez las ventas (300 millones) y el número de visitantes (15.000) de la última edición. La feria, que reúne a anticuarios privados, ajenos a las instituciones estatales, y se celebra dos veces al año, está organizada por la Fundación Luca de Tena, que destina la recaudación de las entradas (cuestan 800 pesetas) a la Casa de Nazareth, entidad benéfica fundada en 1929 para prestar ayuda a las viudas, viudos y huérfanos de periodistas de prensa. El dinero obtenido en la última edición permitió conceder 16 becas de estudios.

El optimismo manda este año entre los participantes. Patrick Moore y su mujer, Carmen, veteranos expositores y a la vez organizadores de la feria, dicen que "Ia moda del coleccionismo de antigüedades sigue estando en España a un nivel un poco más bajo que en países como Francia o Gran Bretaña, pero la afición ha crecido vertiginosamente en los últimos años, y la mejoría del negocio ha sido muy notable en los últimos seis meses, por la recuperación de la economía europea".

Moore explica que en tiempos de crisis los anticuarios "son los primeros en entrar en barrena y los últimos en salir del túnel" y añade que ya se ve la luz a lo lejos. Aunque la salud del negocio dependa mucho del poder adquisitivo del público, la feria ofrece posibilidades para casi todos. Entre carísimas lámpa ras de araña, prohibitivos muebles ingleses o estilo Luis XV y cuadros de Rusiñol, Madrazo o Marco Ricci, también hay miniaturas baratas, económicos carteles de toros del siglo XIX, asequibles orinales franceses de la misma época, duros de plata a 2.000 pesetas.

Aumentar la oferta

Los anticuarios reponen diariamente muchas de sus piezas. Es un modo de aumentar la oferta, pero hay cosas que nadie toca. Castor Uranga, anticuario de San Sebastián, presume de su tríptico flamenco del XVIII, que pintó Jean Antoine de Porteer y que procede, según el certificado de garantía, de "un chateau parisino". Txomin Ba roa, de Bilbao, trae un poco de todo y a precios variados: un abanico español del XVIII (a 250.000 pesetas), un mueble-estantería inglés por 2,5 millones, dos jardineras que pertenecieron a Luis XVIII y fueron pintadas a mano en Clignancourt... La Casa Ros, de Orense, especializada en arte sacro, expone una Virgen de cobre esmaltada del siglo XII (12 millones) y un pequeño Cristo palentino del siglo X, que sale en unos 10 millones de pesetas.

Pero, como bromea Txomin Baroa, hablar de dinero en medio de joyas así es "una vulgaridad". Y muchos anticuarios disfrutan tanto contándose las peripecias de sus hallazgos y comprando como vendiendo. Por ejemplo el dueño de Ática, ex periodista reconvertido, que enseña con pasión erudita sus hallazgos más queridos: un retrato ovalado de la duquesa de Bailén, "que mandó construir el palacio de Ayete de San Sebastián", pintado por Federico Madrazo en 1852; y un diseño original de Thlebault, "el mejor arquitecto de Napoleón", hecho para un proyecto de parque en la ciudadela de Salamanca.

Junto a todo ello, piezas de todos los materiales, tiempos y lugares. Cerámicas chinas o fenicias, una talla de un niño en marfil (siglo XVII); relojes Luis XVI, arte africano y precolombino, libros viejos, monedas romanas y griegas, joyas rusas... O pintura de hoy mismo, como un barjola de 1988.