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Prince ensaya con 'Crystal ball' nuevos canales para vender su música

El disco cuádruple se vende en Internet

Diego A. Manrique

Escarmentado por sus experiencias con la industria discográfica, Prince se ha independizado y edita sus grabaciones a través de su sello, NPG (New Power Generation). Su actual lanzamiento es Crystal ball, un álbum con cuatro compactos que se vende a través de Internet y en algunas tiendas de discos. Aunque semejantes prácticas le alejan de las listas de superventas, tienen sentido económico, al igual que sus tácticas guerrilleras para presentarse en directo.

Desde 1994, Prince está en guerra con la industria de la música. Este año se rompía oficialmente el pacto entre la empresa del artista, Paisley Park, y Warner Brothers, un acuerdo que se anunció como el (enésimo) contrato del siglo. Para entonces ya había cambiado su nombre por un símbolo y sólo aceptaba, en caso de fuerza mayor, que se le denominara como "El artista anteriormente conocido como Prince".La multinacional Warner aceptó ese capricho, al igual que permitió que publicara por su cuenta el ñoño tema The most beautiful girl in the world. La disputa entre ambos bandos giraba alrededor de la insistencia de la discográfica en supervisar y racionalizar sus lanzamientos, mientras el músico solicitaba que la multinacional se limitara a distribuir lo que él juzgara conveniente. Tras dramatizar el conflicto escribiendo la palabra esclavo en su cara, Prince logró liberarse de la compañía que le hizo famoso.

Inmediatamente, llegó a un acuerdo con la filial estadounidense de EMI y lanzó un triple disco, reveladoramente titulado Emancipation. Al poco, EMI dejaba de funcionar en Estados Unidos y Prince se encontraba sin discográfica. Esta vez decidió que podía prescindir de intermediarios. Desde el verano de 1997 anunció por Internet que aceptaba pedidos para su próximo trabajo, un triple disco que se llamaría Crystal ball. Necesitaba, eso sí, que hubiera 100.000 compradores dispuestos a pagar 50 dólares.

No alcanzó esa cifra mágica, pero las solicitudes fueron suficientes para poner en marcha el proyecto. Aunque pasaron muchos meses antes de que se materializara Crystal ball, finalmente un disco cuádruple. La sorpresa de los seguidores fue grande al saber que el ansiado disco exclusivo se vendería también en tres cadenas de tiendas -Blockbuster, Best Buy y Musicland-, aunque su irritación no fue tan grande como la del resto de minoristas de discos, excluidos del negocio. Para tranquilizar a los fieles, que se quejaban de que todavía no tenían Crystal ball cuando ya estaba en esos puntos de venta (en algún caso, a 30 dólares), Prince ha incluido dos regalos en el envío, una camiseta y un disco totalmente instrumental, Kama sutra. Sin embargo, en los ejemplares remitidos por correo no se incluye el librito con comentarios del artista canción por canción, lo que huele a truco para que los aficionados obsesivos compren más de una copia.

Deslumbrante paleta

Para los que tengan la fortuna de encontrar un ejemplar o la posibilidad de conectar con la empresa de Prince (www.1800newfunk.com/crystal.htm), Crystal ball muestra nuevamente su deslumbrante paleta, que abarca desde las baladas exquisitas a vigorosos desmadres en clave funk. El cuarto disco, subtitulado The truth, ofrece rotundas canciones reflexivas y un sonido más ascético, aparte de revelar su conversión al vegetarianismo y su vengativo sentido del humor. Prince, por ejemplo, se despide de una antigua amante enviando por carta un condón usado.Crystal ball ha entrado tímidamente en los puestos bajos de la lista que elabora Billboard con los discos más vendidos. Si Prince estuviera en una compañía grande, eso sería considerado como un desastre. En las presentes circunstancias, queda claro que ha sido un triunfo, la demostración de que Prince puede hacer las cosas a su estilo sin comprometer su libertad enfrentándose a un medio hostil que preferiría ver cómo se estrella.

Aparte de prescindir de las discográficas, Prince también ha renunciado a tener apoderado y oficina de contratación. Con ayuda de un asistente personal, alquila grandes recintos cuando le apetece tocar, a veces menos de 15 días antes de la fecha del concierto. Ni siquiera concede entrevistas.

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