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La ampliación de la UE al Este costarár 12 billones y será la más cara de toda su historia

Xavier Vidal-Folch

, La ampliación de la Unión Europea (UE) al Este será la más compleja y costosa de toda la historia comunitaria: solamente 12 billones de pesetas en la primera fase, entre los años 2000 y 2006. El enorme número de países candidatos (10, más Chipre); el peso de su anticuado sector agrícola, y su pobreza relativa, superior al doble de la de España cuando ésta se adhirió en 1985, gravitan sobre la operación, lo que ha desatado ya la batalla su financiación. Esos factores auguran que las negociaciones, iniciadas la semana pasada, serán "difíciles", como reconocieron suss protagonistas.

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De todas las ampliaciones experimentadas por la Europa comunitaria (Reino Unido e Irlanda; Grecia, España y Portugal; Finlandia, Suecia y Austria), sólo las mediterráneas han gravado fuertemente el presupuesto común. Las otras han sido a países ricos. Pero las del Sur abarcaron únicamente tres países, mucho menos atrasados entonces que los del Este ahora, y con poco menos de la mitad de población que éstos.De los 11 candidatos, sólo Chipre exhibe una economía homologable a la de los Quince. Con una situación de práctico pleno empleo (tasa de paro del 2,5% en 1996), una inflación moderada del 3% y una deuda pública de sólo el 53% del PIB (frente al techo de Maastricht, del 60%), la República isleña -sin contar la zona norte ocupada militarmente por Turquía- cumple en realidad los principales criterios de convergencia. Más aún: si formase ya parte de la UE podría incorporarse al grupo de vanguardia de la moneda única cuando éste se formalice, en la cumbre del primer fin de semana de mayo próximo.

Los otros 10 presentan un panorama económico que, aunque denota una creciente mejora, no deja de ser desolador. Hay diferencias entre cada uno de ellos y entre el grupo de la primera velocidad (Polonia, República Checa, Hungría, Estonia y Eslovenia) y el de la segunda (Rumania, Bulgaria, Eslovaquia, Lituania y Letonia). Pero el conjunto está aquejado de dos grandes lastres: el peso de una agricultura arcaica e ineficaz y el bajo nivel de prosperidad

La importancia del campo

El campo tiene una importancia desmesurada. En términos demográficos absolutos, alimenta a 9,5 millones de campesinos, mientras que los Quince cuentan con 8,2 millones de agricultores. Y relativos: la población ocupada en el sector agrícola supone el 22% de la población activa, contra el 5% en la actual UE.Económicamente, el sector agrícola de los 10 candidatos del Este contribuye a su PIB con un 8,6%, mientras que para los Quince es marginal: supone un 2,4%. La aproximación de esas cifras supondrá una revolución y quizá un drama social para los aspirantes, incluso si reciben grandes flujos de ayuda, de los que no son muy conscientes.

Baste recordar que en España la modernización agrícola ligada a la adhesión ha supuesto una dentellada al sector primario, que pasó del 5,9% (contando pesca) del PIB en 1985, vigilia de la adhesión, al 3,7% (1994) y una pérdida neta de unos 700.000 empleos. Una sangría, aunque al cabo de un decenio, el bienestar de los agricultores registrase en España un vuelco histórico: la renta agraria per cápita creció desde el 87% de la media comunitaria en 1985 al 121% una década años después. El otro gran problema es la pobreza. El PIB per cápita de los 10 supone sólo el 32% de la media comunitaria, mientras que el más atrasado de los Quince, Grecia, lo duplica, al alcanzar el 66%. España exhibe el 77%, en tomo a seis puntos más que cuando se adhirió a la Europa comunitaria.

Para salvar esas distancias agrícola y estructural con el Este, la Comisión ha propuesto en su Agenda 2000 para el período 2000-2006 que los Quince le otorguen unas ayudas preadhesión de 45.000 millones de euros (unos siete billones de pesetas), a las que se sumarán cerca de 30.000 millones de euros (unos cinco billones de pesetas) destinados a financiar los primeros gastos de las primeras incorporaciones, previstas hacia mitad del período. El montante definitivo de esta factura dependerá de muchos factores, sobre todo del ritmo de crecimiento de los afectados y de su velocidad de modernización y adaptación. Pero como la materia de discusión son los pronósticos, se ha desatado ya la batalla del coste. Las cifras de la Comisión suponen que en el mejor de los casos, en el último año del período, éste supondrá un 0,11% del PIB comunitario, perfectamente incardinable en un tope de gastos totales equivalente al 1,27% del PIB.

Por el contrario, España calcula que subsanar estas carencias obligará a la Unión Europea -para aplicar las actuales políticas agrícola y de cohesión cuando entren los aspirantes- a un esfuerzo presupuestario muy superior, del orden del 0,59% del PIB comunitario, por lo que el 1,27% sería totalmente insuficiente. España quiere evitar a toda costa que el grueso de la factura del Este la paguen los menos prósperos de los Quince.

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